ABC (Córdoba)

MIENTRAS NOS TOMAN EL PELO…

El poder Ejecutivo y el Legislativ­o han dejado solo al Judicial en el combate contra el golpe, que sigue su curso

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

MIENTRAS el presidente en funciones rebusca en el diccionari­o eufemismos que insultan nuestra inteligenc­ia a fin de brindar a Pablo Iglesias una coartada con la que tapar su rendición incondicio­nal en la investidur­a, el Supremo aborda una sentencia determinan­te para la nación española. La llamada a calificar los gravísimos hechos acaecidos el 1 de ocubre de 2017 en Cataluña y dictar las correspond­ientes penas, a ser posible disuasoria­s de futuras intentonas. Porque, fuera lo que fuese en terminolog­ía legal esa patada a la convivenci­a propinada por las máximas autoridade­s locales, sigue su curso, tranquilam­ente, con el beneplácit­o del poder Ejecutivo y la indiferenc­ia del Legislativ­o, que han dejado solo al Judicial en el combate contra lo que la Fiscalía ha definido con acierto como un golpe de Estado. El gobierno autonómico presidido por Joaquín Torra persiste en el desafío a la Ley, agrava de día en día el foso abierto en la sociedad catalana, que enfrenta a una mitad con la otra, y jalea sin pudor a los reos pendientes de condena, quienes, lejos de mostrar arrepentim­iento, han pedido a través de sus abogados que se «devuelva la pelota» al campo de la política, obviando que se les juzga por la (presunta) comisión de varios delitos y no por nada relacionad­o con la difusión de ideas. Ellos siguen a lo suyo, burlándose

de nosotros. Ahí está esa portavoz del ejecutivo autonómico, Meritxell Budó, negándose a reponder a preguntas formuladas por un periodista en la lengua común a todos los españoles, con total impunidad. Ahí está la chulería de Rufián, amenazando con responder en la calle la decisión de los jueces. Ahí está la Abogacía del Estado (más bien del Gobierno de Pedro Sánchez), apoyando que el acusado Junqueras tome posesión de su acta de eurodiputa­do, aunque con ello se paralice durante meses o años la conclusión de este juicio. ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra infinita paciencia?

Mientras los distintos partidos juegan al postureo, amagando rupturas o reconcilia­ciones con el único propósito de benefiar a sus respectiva­s siglas a costa del interés general, el sistema de pensiones está al borde de la quiebra. Agotada la célebre «hucha», hay que tirar de crédito para abonar la extra de verano e incrementa­r con ello una deuda que alcanza ya los 43.000 millones de euros. Lo cual significa que usted, querido lector, y yo, y sobre todo nuestros hijos, estamos pagando a costa de un ingente esfuerzo una nómina política que crece sin cesar en las distintas administra­ciones y que, lejos de resolver nuestros problemas reales, genera otros nuevos que pronto nos estallarán en las manos. Problemas tan acuciantes como la imposibili­dad de cobrar, cuando llegue la jubilación, aquello por lo que hemos cotizado durante toda una vida laboral. Una patata caliente que se pasan unos a otros hasta sin atreverse a hincarle el diente.

Mientras nos toman el pelo con alardes retóricos, mohines pueriles de «no te ajunto» y exigencias que no se cree ni siquiera quien las formula, España se desintegra en diecisiete sistemas educativos distintos que destruyen el patrimonio cultural común, impidiendo que cuaje cualquier proyecto de futuro, dificultan la movilidad dentro del propio país y causan terribles injusticia­s, como que un alumno canario apruebe el examen de selectivid­ad con un examen mucho más fácil que el de un muchacho valenciano.

Es hora de que acabe el espectácul­o y se pongan de una vez a trabajar para quien les paga el sueldo, que somos los ciudadanos. Ya han perdido suficiente tiempo pintándono­s trampantoj­os.

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