SALVADOR SOSTRES
Si yo fuera independentista
personas, sino dos millones, todos concernidos con su decisión, que espero que sea valiente porque no van a cambiar su opinión pase lo que pase». A renglón seguido anunció su intención de seguir «con la mano tendida para resolver conflictos».
El siguiente en intervenir fue Joaquim Forn, quien negó que su actuación tuviera como objetivo «atacar la Constitución». El exconsejero de Interior señaló que «si estamos aquí es por un fracaso de la política», porque –ahondando en la «silla vacía»– «nuestras demandas no hallaron respuesta por parte del Gobierno español». Sin aludir a la prohibición de su celebración, Forn sostuvo que el 1-O fue «una manifestacion de civismo de valores democraticos en la que no se votaba contra nada ni nadie». «Solo desde el diálogo seremos capaces de resolver el conflicto político», concluyó.
También de falta de respuesta por parte del Ejecutivo habló el exconsejero Turull, altivo en su intervención. «Es inaudito que de la suma de actos legales, lícitos y reuniones se pretenda construir uno de los delitos más graves del Código Penal (...). El origen de toda esta causa sólo tiene una raíz, que es política», apuntó el procesado. Tras reiterar que se le ha juzgado por sus ideas y no por sus actos, Turull lanzó un aviso al
Si yo fuera independentista, que lo fui, estaría avergonzado de mis líderes, de cómo me engañaron con su mezcla de arrogancia, intimidación y farsa, y por cómo han corrido luego a esconderse como desobedientes lo que trataron de cobrarse como rebeldes, aunque sin pagar el precio.
Si yo fuera independentista, que lo fui, y por esto dejé de serlo, me asaltaría el terrible remordimiento por todo lo que estropeé a cambio de nada.
Si yo fuera independentista, y puedo respetar a los que siempre han dado la cara, habría usado el juicio para explicar lo que hice y asumir como un adulto las consecuencias de mis actos, en lugar de hacer el ridículo diciendo que España es una dictadura.
Si yo fuera independentista, y por eso decidí dedicar mi vida a asuntos
más solventes, trataría de mantener mi dignidad, porque aunque algunos crean que no es mucho, es muchísimo cuando es lo único que te queda.
Hay que ser independentista y algo más: algo más serio, a ser posible. No es presentable que tras tantas lecciones de democracia y libertad, ahora que vienen a reclamármelas, no seas capaz de nada más que de lloriquear el humillante «Señoría, yo no he sido».
Si todavía fuera independentista dejaría inmediatamente de engañarme con mis propias mentiras, disfrutaría de esta magnífica Barcelona en la que vivo y reservaría una mesa en Hoja Santa para brindar por las magníficas lecciones de estilo y clase que en los últimos meses el juez Marchena nos ha dejado. Doy por descontado que entienden que esto es exactamente lo que he hecho. tribunal: «Descabezándonos a nosotros no se va a descabezar el independentismo y mucho menos la voluntad de ser y decidir».
Más directo fue en su mensaje el exconsejero Josep Rull, quien, con tono pausado y sin papeles en la mano, señaló: «Depende de cual sea su sentencia esto puede tener unas consecuencias negativas. Ustedes tienen la oportunidad de decir cuáles son los límites de los derechos y libertades». Y a continuación apuntó: «Después de nosotros siempre vendrán más; no hay suficientes cárceles para encerrar el anhelo de libertad de un pueblo».
«No agraven la crisis»
A la tarea que tiene en sus manos el tribunal, y pasando por alto que se les juzga por la presunta comisión de delitos, también se refirió el expresidente de la ANC y hoy diputado suspendido Jordi Sànchez. «Es injusto para este tribunal tener que resolver un problema de naturaleza política. Pero tienen la responsabilidad de no agravar la crisis política». Sin parecer importarle el fallo, Sànchez añadió que «en democracia no hay puerta que se resista si hay una mayoria que lo pide y estoy convencido de que la mayoría conseguirá abrir la puerta con una urna. Votaremos y lo haremos con un acuerdo con el Estado español».
El presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, fue el más combativo y aprovechó hasta el último de los quince minutos que brindó el tribunal a cada acusado. Sostuvo que no se arrepiente de nada y que volvería a hacer lo que hizo –«ejercer mis derechos»–, criticó el discurso del Rey del 3 de octubre –porque «renunció a su papel de concordia avalando la impunidad de la brutalidad policial»– y adelantó que la decisión del tribunal no va a cambiar su opinión. «¿Alguien se cree que una sentencia va a evitar que los catalanes sigan luchando por el derecho a la autodeterminación?», se preguntó el procesado.
Tras la intervención «plana» de Forcadell, Borrás, Bassa y Mundó, llegó el turno de Santi Vila, quien, cerrando el círculo de su declaración (22 de febrero), lamentó que «en ningún sitio estaba escrito que las cosas iban a terminar como terminaron el 27 de octubre.