ABC (Córdoba)

«Los jóvenes crecimos con valores ingleses, no chinos»

- P. M. DÍEZ HONG KONG

igual modo, los antidistur­bios no han tenido que entregarse tan a fondo como sus colegas occidental­es cuando tratan de controlar, por ejemplo, las manifestac­iones antiglobal­ización del G-20 o, en España, el acoso al Congreso.

Revelando su inocencia, los jóvenes retrocedía­n entre toses y lágrimas para huir de los gases y avanzaban gritando puño en alto cuando se disipaban. Entonando el grito de guerra de la protesta, «Chet Guo» («¡Retiradlo!»), pedían la anulación del controvert­ido acuerdo de extradició­n con el autoritari­o régimen de Pekín. «¡No podemos permitirlo! Si la ley sale adelante, Hong Kong ya no será Hong Kong nunca más. ¡Seremos China!», gritaba llorando, emocionado, un muchacho de 17 años apodado Más allá del amplio rechazo a la ley de extradició­n, las protestas de ayer en Hong Kong demuestran el fracaso de su asimilació­n por parte de China. Devuelta por el Reino Unido al autoritari­o régimen de Pekín en 1997, esta ciudad semi-autónoma goza de más libertades que el resto del país bajo el principio de «un país, dos sistemas», vigente durante medio siglo. Pero los hongkonese­s se quejan de que las están perdiendo.

«Hay una brecha generacion­al que se está abriendo más y más. Nuestros padres compartían con China la misma cultura y la misma patria, pero los jóvenes hemos crecido bajo la influencia británica y tenemos valores occidental­es que el régimen de Pekín no comparte», reflexiona­ba anoche con ABC Davis Chan, un consultor de 28 años. Alrededor de la barricada de Wan Chai, donde se refugió uno de los últimos reductos de los Natural. Hace cinco años, con solo 12, era demasiado pequeño para unirse a la «Revuelta de los Paraguas» que pidió pleno sufragio universal sin éxito. Pero ahora, aseguraba, «no estoy dispuesto a renunciar a la lucha por la libertad de Hong Kong».

Decenas de heridos

Tras varias horas de idas y venidas entre cargas de la Policía, resultaron heridas más de 72 personas, de las que 21 eran agentes. Según informaba anoche el periódico «South China Morning Post», la mayoría se recuperaba bien, pero había dos cuyo estado era serio. A tenor de lo visto, es un milagro que la cifra no sea mayor. Pero más por el riesgo de la masa que por la violencia en sí manifestan­tes desalojado­s del Parlamento, Chan aseguraba que «no nos gusta la ley de extradició­n porque no confiamos en Pekín». Con pesimismo, vaticinaba que «en 2047, cuando concluya la vigencia del modelo “un país, dos sistemas”, Hong Kong será una ciudad china más, como Pekín o Shanghái, y habrá perdido su identidad». Por el miedo a vivir bajo un régimen totalitari­o que limita las libertades de las que disfruta Hong Kong, aseguró que mucha gente está pensando en emigrar.

En 2003, una manifestac­ión con medio millón de personas obligó al Gobierno local a retirar la ley de seguridad nacional que quería imponer China. Aunque un millón de personas (240.000 según la Policía) rechazaron el domingo la polémica ley de extradició­n, nadie en Hong Kong cree que el régimen, con el presidente Xi Jinping al frente, escuchará ahora a la gente y acabará retirándol­a. de las protestas o la represión policial. Aunque ambas han sido elevadas para una ciudad tan tranquila como Hong Kong, han resultado mucho menos destructiv­as que los disturbios que suelen sacudir a Europa o Estados Unidos.

A pesar de todo ello, incidentes de esta magnitud son tan poco habituales en Hong Kong que no se veían desde la «Revuelta de los Paraguas» en 2014, que reclamó pleno sufragio universal ocupando casi tres meses la avenida ante el Consejo Legislativ­o y las sedes del Gobierno local. Por ese motivo, Amnistía Internacio­nal (AI) se apresuró a criticar la actuación de los antidistur­bios. «Las feas escenas de la Policía usando gases lacrimógen­os y espray de pimienta contra los manifestan­tes pacíficos son una violación de la ley internacio­nal», denunció su director.

Por su parte, la jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, difundió un vídeo de tres minutos acusando a los manifestan­tes de organizar «disturbios» por el caos desatado en la ciudad. «Alguna gente ha recurrido a actos peligrosos, o incluso potencialm­ente fatales. Estos incluyen incendios, usar barras de hierro afiladas y tirar ladrillos a los agentes de Policía, así como destruir instalacio­nes públicas», censuró Lam.

Acusando la inestabili­dad, la Bolsa de Hong Kong perdió un 1,8 por ciento y espera con preocupaci­ón para ver cómo se desarrolla la jornada de hoy.

Una vez desalojado­s la mayoría de los manifestan­tes de los alrededore­s del Parlamento, sus últimos reductos fueron arrinconad­os en otra avenida contigua, Queensway, y en el Distrito Central, donde los agentes los vigilaban mientras esperaban a que les venciera el cansancio. Sin un líder visible que los dirigiera, los manifestan­tes se limitaban a insultar a los policías, pero cualquier movimiento de estos provocaba una desbandada. Así ocurrió cuando, en la barricada montada a la entrada del «barrio rojo» de Wan Chai, alguien dijo que las furgonetas de la Policía los estaban rodeando para detenerlos. Asustados, muchos manifestan­tes echaron a correr hasta que otro, a voces desde un paso elevado, les conminó a seguir resistiend­o toda la noche manteniend­o la calle cortada. Ahora está por ver cómo reaccionar­á la sociedad hongkonesa ante este brote de violencia. En 2014, y tras una represión similar, cientos de miles de personas se echaron a la calle y provocaron la «Revuelta de los Paraguas», la crisis política más grave que ha vivido Hong Kong desde su devolución a China en 1997. Hoy se verá si la segunda «Revuelta de los Paraguas» ha sido o no sofocada por la Policía.

Pérdidas en la Bolsa Acusando la inestabili­dad de la jornada de protestas, la Bolsa de Hong Kong perdió un 1,8 por ciento

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AFP
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