ABC (Córdoba)

Chernóbil, nueva meca del turismo de catástrofe

La miniserie de HBO dispara el número de visitas a la ciudad ucraniana. El creador de la ficción pide respeto a la hora de tomarse fotos

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los meses del verano de entre el 30 y el 40 por ciento.

Y es que se ha puesto de moda hacerse selfis en la zona devastada por la radiación. Los curiosos llegan en masa y los influencer­s más cotizados tampoco pueden dejar pasar una oportunida­d como esta para hacerse notar. El guionista de la ficción Craig Mazin ha pedido un poco de cordura. «Si visitan la zona, por favor recuerda que allí ocurrió una tragedia terrible. Compórtens­e con respeto para todos aquellos que sufrieron y que se sacrificar­on».

La excursión a la llamada «zona de exclusión», todo el área que se extiende en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central nuclear cuyo reactor número 4 saltó por los aires aquel 26 de abril de 1986, empieza en la localidad de Chernóbil. Está a 13 kilómetros al sureste de la planta atómica. Tras su descontami­nación, alberga los laboratori­os de distintas organizaci­ones encargadas de limpiar la zona.

Uno de los puntos más sucios es el almacén en donde se sepultó todo el material utilizado durante las primeras horas de lucha contra el escape nuclear. Hay excavadora­s, camiones y los utensilios empleados por los llamados «liquidador­es» en su titánico esfuerzo para evitar que se propagase la radiación.

El momento más sobrecoged­or de la excursión es cuando se contempla el panorama que se divisa desde el «mirador», un lugar junto al puente sobre el río Prípiats desde donde se ve el sarcófago que recubre el reactor número 4 de la central, el causante del desastre, para mantener aislado el magma en el que se convirtió el combustibl­e atómico. Con la instalació­n, en 2016, de un nuevo sarcófago, mucho más seguro y amplio que el anterior, se puede incluso entrar y ver por dentro el enorme hangar y la bóveda en forma de arco que lo recubre.

Sin embargo, lo que más impresiona al turista es la fantasmagó­rica localidad de Prípiats, donde vivía el personal que trabajaba en la planta y que está a tan solo 4 kilómetros del reactor que explotó. Sus habitantes tuvieron que ser evacuados al día siguiente del accidente y ahora surge en medio de la maleza como una ciudad abandonada que conserva intactos los símbolos comunistas de entonces. Todo el entorno presenta un aspecto inquietant­e debido al abandono, la vegetación descontrol­ada y la presencia de animales que acuden por la escasa presencia del ser humano y aprovechan­do agujeros en el vallado que acota la zona.

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Tienda de recuerdos en Chernóbil . A la derecha, una visitante se toma un selfi con un autobús abandonado
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AFP/EFE
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