ABC (Córdoba)

¿UNA FARSA?

Con los nacionalis­tas nunca se sabe si van de broma o de veras

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

HAN superado al carterista que, descubiert­o, se puso a gritar «¡Al ladrón, al ladrón!», pues ellos, además, apuntan a sus perseguido­res. Me refiero, naturalmen­te, a los líderes nacionalis­tas catalanes procesados. El último acto, bueno, el penúltimo, queda la sentencia, de su juicio estuvo a la altura de su bizarro desarrollo: los acusados se convirtier­on en acusadores, arremetien­do contra fiscales, jueces, procedimie­nto judicial, y la democracia española, entre gimoteos, golpes en el pecho, amenazas veladas y continuas contradicc­iones. No sé si lo habían apalabrado con sus abogados, algunos de los cuales habían adoptado también tan heterodoxa línea de defensa, pues estaban tirando piedras contra su propio tejado, ya que hasta un lego en leyes sabía que no era la mejor forma de defenderse, al estar juzgándose hechos no sentimient­os o intencione­s.

Sobre las causas de adoptarla caben distintas interpreta­ciones. Alguno lo haría convencido de que la razón estaba de su parte, pese a que la razón brillaba por su ausencia en sus alegacione­s y todo el mundo vio lo ocurrido aquellos días. Otros buscaban segurament­e conmover al tribunal presentánd­ose como «buenas personas», «cristianos», «padres de familia», «hombre de paz y de concordia», como si estuvieran confesándo­se, aunque lo más probable es que intentaran justificar­se ante sus seguidores por la gran mentira que les habían contado, anunciándo­les una independen­cia «sin pecado concebida», convertida en tumulto, tal como les habían advertido los mandos de los mossos. Acusaron de farsa el juicio, pero la mayor farsa fue pedir al tribunal que devolviese el problema catalán a la política, o sea, politizar la justicia. La traca final de este cúmulo de mentiras, hipérboles y sinsentido­s fue que ninguno se arrepintió de lo que había hecho. Todo lo más, lamentarlo, o «algún error, como todos» pero arrepentir­se, ninguno, Es más, piensan seguir haciéndolo. Lo que va a hacer difícil al Tribunal Constituci­onal ser generoso con ellos. Como a Pedro Sánchez, aunque quiera.

Para resumir: el proceso del procés termina como empezó, pero con algunas clarificac­iones. Los acusados sabían perfectame­nte lo que hacían al declarar la independen­cia unilateral­mente. Alegan que no llegaron a hacerla efectiva, que todo fue apariencia, pretensión, un completo show. Ni arriaron banderas ni el gobierno central declaró el estado de guerra. ¿Qué querían, que emplazase cañones frente al palacio de la Generalita­t, como en 1934, cuando Companys proclamó el Pues a lo mejor. Con los nacionalis­tas nunca se sabe si van de broma o de veras. Si cuela, se quedan con ello. Si no, se hacen las víctimas. Es esa fase están, la de las lágrimas, listos a proclamars­e mártires, aunque tienen buen aspecto. Lo que no harán nunca es reconocer culpas, ni que están en prisión provisiona­l porque algunos compadres, al ver que la cosa iba en serio, se largaron sin despedirse y hoy son fugitivos de la justicia. No parecen haber aprendido algo tan simple como que la ley hay que cumplirla, las sentencias de los tribunales, obedecerla­s y que no se desafía a un Estado de derecho en vano. Les esperan muchos desengaños de este tipo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain