Gdansk agradece el Príncipe de Asturias de la Concordia
▶ Su anterior alcalde, asesinado, desarrolló un política abierta a inmigrantes y minorías
El 31 de agosto de 1980, tras otra subida de precios de los productos básicos, comenzó una huelga en el astillero Lenin de Gdansk, un movimiento obrero cristiano y pacífico, que terminaría haciendo mella en el gobierno comunista e inspirando a otros países de la Unión Soviética, hasta derribar incluso el Muro de Berlín. Fue el sindicato Solidaridad, liderado por Lech Walesa.
No era la primera vez que esta ciudad, se movilizaba contra el totalitarismo y por la libertad y la dignidad humana. Durante el ascenso del nazismo, sus habitantes acogieron a miles de judíos alemanes que huían de las deportaciones y, tras la ocupación de Polonia, ese apoyo prestado costó la vida a no pocos de sus habitantes. Ese espíritu y bandera por las libertades es el motivo por el que España ha distinguido a la ciudad polaca con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, por constituir «un símbolo histórico y actual de la lucha arriesgada por las libertades cívicas en un punto crucial donde el espíritu de Europa consigue renacer una y otra vez frente a la intolerancia o la opresión», según el jurado.»
Extraordinaria generosidad
La historia y el presente de la ciudad de Gdansk son un ejemplo de sensibilidad ante el sufrimiento, de solidaridad, de defensa de las libertades y los derechos humanos y de extraordinaria generosidad», abunda el comunicado, que era recibido ayer en el ayuntamiento con grata sorpresa. «Este premio reconoce que Gdansk es una ciudad muy excepcional: abierta, tolerante y libre», dijo su alcaldesa Aleksandra Dulkiewicz, que no pudo evitar recordar en tan afortunado momento a su predecesor en el cargo, Pawel Adamowicz, asesinado en enero mientras participaba en un acto benéfico y después de más de diez años como alcalde. «Estaría muy feliz y orgulloso de llamar a Gdansk la ciudad de la concordia», aseguró Dulkiewicz.
La figura y destino de Adamowicz ha jugado sin duda un importante papel en la concesión del galardón. Su política siempre abierta hacia los inmigrantes y las minorías étnicas reflejaba el espíritu europeo de apertura al mundo que el Príncipe de Asturias desea promover. También fue un factor determinante la rica historia de la localidad, que se llamó «Ciudad Libre» hasta que los nazis le cambiaron el nombre. «Parece mentira que todo eso haya pasado en estas calles. Hoy son alegres y acogedoras», decía ayer Alejandro Pizano, estudiante de 15 años de viaje de fin de curso en la ciudad con toda su clase del Instituto Friedensburg de Berlín, «supongo que la UE es el final feliz de toda esa historia».