La política, como el amor
Vox no es extrema derecha y en España no hay extrema derecha. Hay extrema izquierda y es peligrosísima aunque momentáneamente la hayamos derrotado. Podríamos reprocharle a Albert Rivera que no se abstenga en la investidura del presidente Sánchez y que le fuerce a entenderse con Podemos y con Esquerra; pero es demagogia, comedia y propaganda demonizar a Vox en nombre de un supuesto radicalismo que ni lo tiene ni lo pretende.
Macron le carga a Abascal su guerra con Le Pen y aprovecha para congraciarse con Sánchez en un tiempo en que a nadie le sobran aliados. Pero que la moderación sea preferible a la estridencia no puede llevarnos a llamar extrema derecha a todo lo que no nos gusta.
A Rivera le sobran espejitos mágicos y le falta personalidad. Creyó que si mataba a Rajoy llegaría a presidente y lo que hizo fue allanarle el camino a Sánchez. Ahora quiere matar a Sánchez y está consolidando a Pablo Casado. Puigdemont y Ciudadanos coinciden en el cuanto peor, mejor. El primero, porque cree que así destruirá España. El segundo, porque cree que así será presidente. Pero ninguna de las dos cosas sucederá.
Manuel Valls le ha dado a Ciudadanos una lección de consistencia apoyando el mal menor de Colau. No he escuchado a Macron criticar a su ex primer ministro por pactar con la extrema izquierda. Hasta en un presidente francés el cinismo tendría que tener algún límite. A Rivera me gustaría decirle que no estaría de más que en sus cálculos incluyera –ni que sólo fuera por una vez, para saber qué se siente– el interés y el bienestar de los españoles, y no sólo su narcisismo y su vanidad. Cada vez resulta menos creíble entre los empresarios que hasta ahora le han patrocinado. Algunos animan a Sánchez a la repetición electoral y prometen dejar a Rivera «sin un duro». Si por culpa del tacticismo de Ciudadanos los españoles nos vemos perjudicados por la lamentable presencia de Podemos en el Gobierno, tomaremos nota de lo que en realidad a Albert le importamos.
La política, como la libertad, se basa en la responsabilidad. La política, como la libertad, y como el amor, no es un derecho sino un deber. A veces nos toca hacer cosas que nunca nos habríamos imaginado que acabaríamos haciendo, porque no siempre son obvios, ni fáciles, ni rectos los caminos que nos llevan donde queremos. Los que somos padres lo sabemos.
Albert Rivera continúa siendo lo más importante de su vida, y más que gobernarnos quiere que veamos lo guapo que está mientras nos gobierna. Si por el postureo de no pactar con Vox provoca que manden los socialistas donde podría gobernar la derecha; y por querer matar a Sánchez nos condena al atraso de Podemos, luego que no venga a pedirnos el voto, ni mucho menos en nombre de España, porque la estará destrozando.