ABC (Córdoba)

«No sabía si me estaba durmiendo o si me iba a morir»

▶ El torero, que evoluciona bien, relata los dramáticos momentos de su grave cornada en Madrid

- ROSARIO PÉREZ

Se ha presentado, en Las Ventas, el libro de Salvador Balil «Viaje por la Barcelona taurina». A través de los recuerdos de un buen aficionado, demuestra el arraigo indiscutib­le que tiene la Fiesta en Cataluña. No debemos olvidar que el Tribunal Constituci­onal decretó que el Gobierno catalán no tenía competenci­a para lo que hizo: prohibir los toros. Esta misma tarde sería perfectame­nte legal celebrar una corrida en Barcelona pero el empresario no se atreve; los profesiona­les taurinos, en su conjunto, tampoco. Está vigente una Ley que obliga (repito: obliga) a las autoridade­s de toda España (repito: de toda España) a proteger y fomentar la Tauromaqui­a, como parte de nuestro Patrimonio Cultural Inmaterial. Esa Ley se incumple flagrantem­ente, en Cataluña. No es la única, por desgracia. Puntual como la hora del paseíllo, Román apareció a las once en la sala del hospital San Francisco de Asís. Con su camisa gris pizarra y un pantalón blanco sanitario, abandonó la silla de ruedas para ocupar el asiento central. A su lado, sus ángeles de la guarda: Máximo García Padrós, cirujano jefe de Las Ventas, y Claudio Gandarias Zúñiga, director de la unidad de cirugía vascular. A ambos dedicó las primeras palabras, con un «gracias» eterno: «Al doctor Padrós, por haberme salvado la vida y por darme confianza desde que entré en la enfermería; al doctor Gandarias, por el trato maravillos­o en el hospital y porque la operación ha sido muy exitosa». También quiso «agradecer el cariño recibido de todo el mundo; yo no sabía que era tan querido, y eso me da mucha fuerza».

Cinco días después de sufrir la gravísima cornada, un navajazo de 30 centímetro­s con sección de la safena, el valenciano ya pensaba en la muleta y la espada: «Me gustaría volver en julio; si no es para San Fermín, para Santander...», dijo ante la sorpresa de todos. «¿Ven? Son increíbles, gente distinta a cualquier otra», comentó García-Padrós. Cinco lunas atrás quedaban aquellos dramáticos momentos en los que el pitón de «Santanero I» se hundió en el muslo derecho de Román. «Tengo el recuerdo absolutame­nte de todo. En el momento en que me cogió al entrar a matar, sentí cómo tenía el cuerno dentro. Veía que me hacía mucho daño y que no me soltaba. Al tirarme al suelo, lo primero que hice fue ponerme la mano porque sangraba una barbaridad, sabía que no era ninguna tontería». El joven matador, de 26 años, continuó así el relato, intercalan­do el presente con el pasado reciente: «El primero que se acerca es mi banderille­ro César Fernández, que se queda en shock. “Llévame, llévame”, le digo. “Está el toro”. Sinceramen­te, aunque me sentía tranquilo por estar en Madrid, yo pensaba que me moría, y en la enfermería le decía al doctor: “¿Pero me salváis la vida?”. Y él me pedía que no me durmiera. Recuerdo que tenía mucho sueño, pero yo no sabía si me estaba durmiendo o si me estaba yendo y me iba a morir. Me asusté mucho».

En aquel «duermevela» en el que las campanas parecían doblar, Román recordó a Fandiño: el toro que disparaba balas de cloroformo era del mismo hierro que el del último héroe caído. «Tengo el recuerdo todos los días de Víctor Barrio e Iván Fandiño. Y sabía que un toro de esa ganadería (Baltasar Ibán) mató desgraciad­amente a Fandiño. Ahí se me juntó todo. Pensé: “Yo, el siguiente”. Es desagradab­le, pero forma parte de la profesión y se aprende a vivir así».

Impactaba la crudeza de su verbo, tan desnudo como su toreo, tan de verdad. Porque así ha sido su San Isidro. ¿Qué le impulsó a coger la sustitució­n? «No tenía por qué hacerlo, pero quería salir por la Puerta Grande y creí que la corrida de Baltasar Ibán era la ocasión perfecta. No pude salir a hombros, pero creo que se ha visto una evolución importante. Y cuando regrese espero estar mejor».

Reaparició­n

Volver, volver y volver. A modo de canción. Solo en esa melodía piensa el diestro que admira a los bomberos y que ha incendiado Madrid con faenas a sangre y fuego. Los enfermeros y la gente de la calle, el público y su propio círculo se sorprendía­n de su entereza. ¿De dónde saca la fuerza un torero para regresar a la cara del animal que estuvo a punto de matarlo? «Por nuestra forma de ser y por el amor a la profesión. Estamos preparados para sufrir cornadas y para ponernos en pie. Son tantas las ganas de torear que se hacen milagros», contó con cero rencor al bravo que viste de negro.

Antes, los médicos hablaron de los milagros en Alcalá 237 y en Joaquín Costa 28. El cirujano de Las Ventas se refirió a la intervenci­ón en la enfermería: «Se cortó la hemorragia, se reparó la arteria y se vio que había una lesión al no tener pulso en el pie. Previo aviso al doctor Gandarias, se decidió el traslado al hospital para salvar la pierna». El cirujano del San Francisco de Asís aseguró que «la actuación fue perfecta, en la plaza cortaron la hemorragia y al ver las sospechas de lesiones vasculares propias de destrozos tan brutales nos avisaron rápidament­e. Aquí, el equipo de guardia, tras las pruebas, comprobó la rotura de las láminas internas de la arteria. Se hizo un bypass con la vena safena izquierda, se pasó a la UCI y, como su evolución ha sido muy buena, a las 48 horas pasó a planta. En unos días recibirá el alta. La coordinaci­ón fue perfecta», recalcó. Al quite, Román: «Doy fe, todo estaba bajo control», remató la faena mientras soñaba por los pasillos del hospital con otras obras de arte y valor.

Crudeza «Un toro de la misma ganadería mató a Iván Fandiño. Y pensé: “Yo, el siguiente”»

La sangre «El pitón me hizo mucho daño, sangraba una barbaridad y me asusté»

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BELÉN DÍAZ Román, durante la rueda de prensa en el San Francisco de Asís
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PALOMA AGUILAR Postdata.

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