Rafa Cabrera sufre en su piel la dureza del campo de Pebble Beach
Si hay un torneo que destaca por su extrema dureza, ese es el Open USA. En esta centenaria prueba se vanaglorian de llevar a los jugadores al límite de sus posibilidades para que quien resulte ganador pueda decir que es el el mejor golfista del momento. Es habitual que, salvo el ganador y algún que otro inspirado, los resultados que se produzcan sean inusualmente elevados.
Sin embargo, este año las tornas han cambiado en Pebble Beach. El curso pasado sufrieron duras críticas en Shinecock Hills porque la rapidez de los greens fue grotesca y propició que Phil Mickelson forzase una penalidad para terminar cuanto antes de patear. Así que en esta ocasión han cambiado al responsable de la preparación del campo y lo han «humanizado» un poco con respecto al pasado.
No han dejado las calles tan estrechas como antaño ni el rough tan denso y, como el clima está siendo frío, tampoco han llevado los tapetes al límite de su velocidad. Esto justifica que en la primera ronda una treintena de profesionales tuviesen números rojos en sus casilleros. «El jueves era el día para hacer un resultado bajo», reconocía Sergio García, que aunque selló dos golpes de menos no terminó de encontrarse a gusto. Todo lo contrario que Rafa Cabrera, que quiso darle el valor que tenía a su ficha de menos uno. «Siempre que se acaba bajo par en el Open USA hay que estar satisfecho, porque este no es un campeonato que te permita muchas vueltas en negativo», señaló el canario, que también reconoció que el recorrido californiano «no me recordaba en absoluto a lo vivido en otras ediciones. Hasta ahora se está pareciendo más a un torneo regular del circuito».
Las garras de Monterrey
Lamentablemente para el español, al mítico diseño de la península de Monterrey no le ha hecho falta ayuda externa para sacar toda su fiereza. Las bajas temperaturas y el viento cambiante del Pacífico fueron suficientes para que se alargaran en exceso los golpes y subieran las estadísticas. Cabrera sufrió en primera persona esa dureza y al final terminó firmando una tarjeta de 74 impactos para un total de más dos que dejaba en el aire su continuidad en el fin de semana. Se vio muy castigado por un comienzo horroso (un bogey y dos dobles en cinco hoyos) y luego tuvo que tirar de casta y experiencia para acabar sumando solo dos golpes de más a la conclusión.