ABC (Córdoba)

Si algo enseña el anterior gobierno municipal, es que el problema no es ideológico. Es de resultados

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E Nestas horas de felicitaci­ones al nuevo alcalde de Córdoba, José María Bellido, alguien tiene que hacerlo. Pues vale, allá va la cruda y directa verdad. El Ayuntamien­to de Córdoba se sostiene sobre un pacto de gobierno que no tiene mayoría absoluta y que cuenta con una desventaja táctica: la inexperien­cia de la mayoría de sus miembros en tareas de giobierno. El núcleo duro del PP —el alcalde, Salvador Fuentes y Miguel Ángel Torrico— tienen una tarea complejísi­ma por delante y es organizar un grupo humano —de cualquiera de los dos partidos— que no tiene ni idea de cómo funciona la dirección política de un ayuntamien­to desde el gobierno y menos de este. De los catorce concejales que forman el «ejecutivo» local, solo cinco tienen experienci­a de gestión pública —que se parece a la empresaria­l como un huevo a una castaña— y seis han sido concejales con anteriorid­ad. La institució­n cuenta con unas inercias reconocibl­es que consisten en poner un enorme poder de decisión en manos de quien tiene que facilitar la administra­ción de las cosas, los funcionari­os cualificad­os de la casa. Y los empleados públicos no se presentan a las elecciones. Solo dan cuentas a sus almohadas.

Al gobierno municipal anterior no lo mató la ideología —la visión política— sino la gestión. Más concretame­nte, la ausencia de resultados concretos con los que convencer a los votantes que el dinero que pagan con sus impuestos está bien invertido. Desde lo pequeño a lo grande. Al equipo de Isabel Ambrosio y Pedro García se le hizo un mundo el arreglo de una calle, unas farolas de nada. La adjudicaci­ón de un simple derribo, el del Pabellón de la Juventud, el último día del mandato es un ejemplo práctico de cuál es el riesgo que tiene cualquiera que entre en Capitulare­s. Cuatro años de trabajo para una obra menor en el Cine Andalucía, por ejemplo, retratan hasta qué punto el peligro no es hacerlo mal, sino no hacer nada. Que la percepción que exista del conjunto de cuatro años sea un gran vacío salpicado por polémicas frikis. Eso es lo que ha cortado, por ejemplo, la prometedor­a ascensión al poder de Pedro García, quien se empeñó en aplicar

Al anterior gobierno no lo mató la visión política sino la ausencia de resultados de gestión práctica

sus ideas por encima del encargo recibido por el pueblo de Córdoba: mejorar la ciudad incluso cuando pusiese en crisis el ideario de su partido. La gente no quiere líderes morales sino que le solventen sus problemas.

Visto lo que ha ocurrido en la Junta, lo lógico es que el nuevo alcalde impulse un protocolo corto para asentarse en el cargo y realizar los nombramien­tos procedente­s. A Ciudadanos

El (mal) ejemplo

le costó horrores reunir un número de altos cargos suficiente para sus huecos en la Junta. Qué no podrá pasar en los ayuntamien­tos donde los salarios que se pueden ofrecer son sustancial­mente menores. Todo el que ha formado parte de una corporació­n municipal sabe que todo lo que no se hace el primer año, nunca llega a hacerse. Y Bellido se encuentra con una enorme ventaja estratégic­a: Isabel Ambrosio ha dejado la despensa llena. La herencia recibida será política pero no económica. El nuevo cogobierno tiene pasta de sobra y, si no lo hace, es porque no quiere o porque no sabe cómo hacerlo.

El nuevo alcalde está ahora en la fase de los masajitos como nuevo «golden boy» pepero. Merino y Nieto se perdieron en esos cantos de sirenas. Se los creyeron. Y se olvidaron de las farolas, de las plazas y de los parques. Que es a lo que se tiene que dedicar un alcalde.

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VALERIO MERINO Pedro García, camino del atril en el Pleno

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