ABC (Córdoba)

Colau pondrá el lazo amarillo para «agradecer» el apoyo a PSC y Valls

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tan mutuamente para gobernar con estabilida­d. Para la portavoz de Ciudadanos en la capital, un gobierno de coalición con dos siglas políticas es la manera «más democrátic­a en una nueva etapa» para conseguir un gobierno «liberal y sensato».

Desde el estrado de invitados, la candidata del PP a la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, sonreía imaginándo­se que su día está más cerca si los pactos con Ignacio Aguado (Ciudadanos) y Rocío Monasterio (Vox) llegan al mismo puerto que el de la capital. A pocos metros de su asiento, Íñigo Errejón, apesadumbr­ado, rechazó aplaudir al nuevo alcalde cuando alzó el bastón de mando. Su futuro alejado del gobierno regional y con Manuela Carmena fuera de la política se complica. De hecho, la ex juez dejará su acta de concejal mañana. Volverá a la vida civil. Y con ello, se abrirá el debate por su sucesión. Una disputa clave en la que Errejón querrá verse reforzado como líder territoria­l si quiere que su proyecto a nivel nacional tenga continuida­d. La reelección más agridulce. Como era previsible, Ada Colau revalidó ayer como alcaldesa de Barcelona por los próximos cuatro años, pero lo que tendría que haberse convertido en una alegría para los comunes, y más después de haber conseguido la alcaldía en el último momento y sin ser la fuerza más votada, se transformó en un trance que tardarán en olvidar, informa Anna Cabeza. Las sonoras protestas a las puertas del Ayuntamien­to de Barcelona de centenares de independen­tistas se colaron en la sesión constituti­va y convirtier­on la investidur­a en algo parecido a una pesadilla para ella. Su cara, desencajad­a, impotente ante los abucheos, lo decía todo. La líder de los comunes había conseguido mantener el cargo gracias al apoyo del PSC, con quienes formalizar­á un acuerdo de gobierno la próxima semana, y de la plataforma de Manuel Valls, que se convirtió en la pieza clave para desencalla­r la investidur­a y que finalmente le arropó con tres de los seis ediles que consiguió el 26-M. Valls se negó a saludar a Quim Torra en la visita institucio­nal que le hicieron los ediles. Desde la calle, allí donde hace cuatro años sus afines celebraron por todo lo alto la alcaldía, ayer solo había un grito unánime contra sus pactos. Incluso dentro del Saló de Cent, donde se celebraba el acto institucio­nal,

Ada Colau La alcaldesa se estrenó con una manifestac­ión separatist­a contra ella en la plaza de Sant Jaume

se escucharon gritos de «con Valls no», mientras fuera no cesaban otros como «Ada Colau es un frau» (Ada Colau es un fraude).

El «procés» independen­tista, de hecho, fue el «leitmotiv» de la sesión constituti­va y aunque Colau prometió que no sería una «alcaldesa independen­ta», pero tampoco «antiindepe­ndentista» –la equidistan­cia siempre por divisa–, una de las primeras medidas que anunció fue la colocación en el balcón municipal de un lazo amarillo para pedir la libertad de los presos. El primer sapo que va a tener que tragarse el PSC y quienes han dado apoyo a la populista.

De hecho, mas allá de la alcaldesa, quien acaparó todas las miradas fue el exconselle­r de Interior Joaquim Forn, en prisión provisiona­l a la espera de sentencia por juicio del 1-0, y que regresó como líder del grupo municipal de JpC a la que fue su casa durante más de 17 años.

Forn, que tras la sesión en el Ayuntamien­to partió hacia Soto del Real (y no participó en la tradiciona­l visita institucio­nal al palacio de la Generalita­t), reconoció que «vuelvo a entrar en el Ayuntamien­to, no como hubiese querido, en libertad» y lamentó durante su intervenci­ón como cabeza de grupo que la reelección de Colau confirma la «operación política» para impedir que la ciudad tenga un alcalde «indepe».

La votación dio a Colau los 21 concejales necesarios para seguir al frente del consistori­o mientras que su principal rival, y ganador de las elecciones, el republican­o Ernest Maragall, recopiló 15 votos, los de su formación y los de Junts per Catalunya (JpC). De hecho, al desenlace en Barcelona apenas le quedaban incógnitas tras conocerse el pasado viernes que el 71% de las bases de los comunes querían el pacto con el PSC y no con ERC.

Sí se confirmó el divorcio aparente entre Manuel Valls y Ciudadanos, la formación que lo ha arropado en su aventura en la alcaldía de Barcelona: de los seis ediles que consiguió su plataforma, solo tres apoyaron la candidatur­a de Colau (el propio Valls, Celestino Corbacho y Eva Parera, los tres independie­ntes), mientras que los otros tres ediles, afiliados a Cs, votaron en blanco.

Aunque el acto municipal acabó con la misma foto que hace cuatro años,

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MAYA BALANYÀ
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