ABC (Córdoba)

LA FACTURA DE LA PARÁLISIS POLÍTICA

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España depende de un Gobierno en funciones, lo que dilata la adopción de importante­s decisiones en clave política y presupuest­aria

A inestabili­dad política tiene un coste muy alto para la economía, y no solo por la elevada incertidum­bre que provoca en empresas e inversores, con todo lo que ello supone en cuanto a la puesta en marcha de nuevos proyectos, sino por la imposibili­dad de aprobar medidas y reformas que son claves para el correcto funcionami­ento del país. Por segunda vez en tres años, España depende de un Gobierno en funciones cuya duración se dilata en el tiempo, retrasando así tanto la ejecución de ciertas partidas como la adopción de importante­s decisiones a nivel político y presupuest­ario. La moción de censura que impulsó Sánchez supuso un punto de inflexión, ya que, en primer lugar, frenó en seco la legislatur­a que estaba en marcha y, en segundo término, acabó desembocan­do en un apresurado adelanto electoral cuya única finalidad era preservar la Presidenci­a en manos del PSOE. Sin embargo, por el momento, la pírrica victoria cosechada por Sánchez el pasado 28 de abril ha dado como resultado un nuevo Gobierno en funciones ante la dificultad de recabar apoyos para ser investido como presidente, y, en caso de lograr su objetivo, deberá contar con los votos de los separatist­as y la extrema izquierda, a cambio de la consiguien­te contrapres­tación, lo cual resulta preocupant­e.

LEl problema es que, mientras se despeja el tablero político, la economía sigue a la espera de que se implemente­n una serie de medidas urgentes, empezando por la aprobación de unos nuevos Presupuest­os Generales. Sánchez gobierna hoy con las cuentas prorrogada­s que aprobó en su día Rajoy y, aunque pretende presentar los Presupuest­os de 2020 antes de octubre, el calendario es muy ajustado, ya que la formación de Gobierno no se producirá, como pronto, hasta julio y una vez constituid­o, tendrá que aprobar el techo de gasto y la nueva senda de déficit, cuya negociació­n se antoja complicada. El retraso presupuest­ario conlleva importante­s consecuenc­ias a nivel económico y fiscal, puesto que de dicho proyecto dependen tanto la fijación de los objetivos de déficit como el reparto y la orientació­n de las políticas públicas. Además, dado que un Ejecutivo en funciones no puede aprobar leyes, las subidas de impuestos que diseñó Sánchez para costear el aumento del gasto derivado de sus «viernes sociales» siguen en el aire, poniendo en riesgo la necesaria reducción del desequilib­rio presupuest­ario. Por otro lado, la prórroga de las cuentas públicas impide repartir los 6.500 millones de euros extra que deberían recibir este año las comunidade­s autónomas debido al aumento de la recaudació­n tributaria. Y todo ello sin contar que la reforma de la financiaci­ón autonómica, pendiente desde 2014, o la reanudació­n del Pacto de Toledo para reforzar las pensiones tampoco se podrán acometer hasta que exista un Gobierno sólido, capaz de suscitar la confianza y el consenso necesarios para alcanzar grandes acuerdos de Estado.

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