LA SEMANA DE LOS PACTOS
España lleva años pidiendo a gritos una reforma de la ley electoral que sea más justa y equitativa y refleje con mayor exactitud la intención de los votantes
emana de pactos. El miércoles el Gobierno Andaluz pudo sacar adelante sus primeros presupuestos gracias al apoyo de PP, Cs y Vox. El acuerdo no sólo evita que la Junta permanezca semiparalizada, algo a lo que ya nos habíamos acostumbrado, sino que consolida al nuevo Ejecutivo, que a partir de ahora tendrá las manos libres para aplicar sus cuentas. El sábado también terminaron los trapicheos de los partidos para elegir a los gobiernos municipales. Salvo en los casos como el de Sevilla en los que gobierna la lista más votada o en los que suman fuerzas los representantes de partidos ubicados
Sen el mismo espectro político, ya sea de derechas o de izquierdas, el resto no dejan de ser componendas contra natura que invitan a sospechar de la adulteración del voto de los ciudadanos en base a intereses que se nos escapan.
España lleva años pidiendo a gritos una reforma de la ley electoral que sea más justa y equitativa y refleje con mayor exactitud la intención de los votantes. No soy el único que entiende que la lista más votada debe tener una prima al estilo de otras normativas electorales europeas, como la inglesa o la italiana, o una segunda vuelta entre los partidos más votados, como en Francia. Pero sobre todo deben establecerse los mecanismos necesarios para evitar que fuerzas de dudosa representatividad se conviertan en árbitros de la gobernabilidad de las instituciones, sobre todo en los municipios donde proliferan los acuerdos a tres, cuatro y hasta cinco bandas.
Es cierto que PP y PSOE tendrían que haber tenido el suficiente coraje político para acometer la reforma electoral cuando gozaban de mayoría absoluta. Pero no lo hicieron, bien porque no convenía a sus intereses coyunturales o por la presión de los partidos nacionalistas, maestros en el arte de arrimar el ascua a su sardina gracias a su sobrerrepresentación. Entiendo que en la actualidad, con el desafío catalán encima de la mesa, la reforma está más difícil que nunca. Sólo un acuerdo entre las grandes fuerzas, a las que se podrían sumar los partidos constitucionalistas, podría decantar un cambio de la ley. A la larga todos saldrían ganando menos aquellos que quieren romper España.
@aybarrapacheco