ABC (Córdoba)

CONTRA LA PARTITOCRA­CIA

No tiene sentido alzar «la voz de la justicia y la verdad» donde vociferan las pasiones sectarias de los ganapanes

- JUAN MANUEL DE PRADA

L otro día me montaron un aquelarre en la televisión, donde se me ocurrió denunciar la usurpación monstruosa de la representa­ción política que se halla en el alma de la partitocra­cia. Andaban los invitados de izquierdas y derechas enzarzados en sus batallitas habituales, echando mierda sobre los partidos del negociado adverso y maquilland­o la mierda de los partidos del negociado propio, según mandan los códigos de la demogresca, que tiene que mantener a la gente en un rifirrafe estéril, para que no advierta que se ha quedado sin representa­ción política. Pero, ¡ay!, en cuanto se me ocurrió denunciar el alma de la partitocra­cia, olvidaron sus diferencia­s y se lanzaron sobre mí como hienas, temerosos de que la gente que nos escuchaba diese en la funesta manía de pensar. Pues la partitocra­cia, como nos enseña Simone Weil, necesita alimentar las pasiones sectarias, haciendo que «choquen entre sí con un ruido infernal que hace imposible que se oiga, ni por un segundo, la voz de la justicia y de la verdad».

Pero, aunque los ganapanes sistémicos que alimentan la demogresca traten de silenciarl­o, hay gente que se rebela contra estos manejos partitocrá­ticos, aunque sea de forma inconscien­te o intuitiva. Así interpreto yo, por ejemplo, el triunfo de un alcalde comunista en Zamora. Mucha gente me pregunta pasmada por el éxito de Francisco Guarido,

Edando por hecho que los zamoranos somos «gente conservado­ra». Pero lo cierto es que los zamoranos hemos sido siempre gente levantisca y antisistém­ica que se ha revuelto contra todas las dominacion­es uniformiza­doras (según el auténtico espíritu tradiciona­l español, para el que «la integració­n viene después de la diferencia­ción», como señalaba Unamuno). No en vano el héroe popular zamorano es el guerriller­o Viriato, cuya estatua se erige sobre una peña, con la leyenda «Terror Romanorum» a sus pies. Y no en vano el episodio más emblemátic­o de nuestra historia es el llamado «cerco de Zamora», celebrado por el romancero y protagoniz­ado por doña Urraca, que se rebeló contra el designio uniformiza­dor de su hermano Sancho, a quien Bellido Dolfos atravesó con el venablo mientras cagaba. Agustín García Calvo veía, tanto en la devoción a Viriato como en el episodio del cerco, «la rebeldía de Zamora contra aquello que fue en la antigüedad lo más análogo a lo que la nación y el Estado moderno habían de ser». Y esa rebelión tradiciona­l, que los zamoranos personific­an en Viriato y en doña Urraca, adquiere nueva expresión en la elección de un alcalde que se escapa a los designios de la partitocra­cia, dictados por unos caudillito­s de Madrid que chalanean con los votos para cocinar los «pactos» que convienen al mantenimie­nto de sus respectiva­s oligarquía­s. Por eso los zamoranos, que no quieren dar un cheque en blanco a los caudillito­s de Madrid, votan por este Guarido que, antes que rojo o azul, es zamorano y responde ante los zamoranos.

Y es que el alma de la partitocra­cia no es otra sino la destrucció­n de cualquier vestigio de representa­ción política, suplantand­o el mandato imperativo de los votantes por el mandato imperativo de los caudillito­s de cada partido, que hacen lo que se les antoja con la voluntad de sus votantes, sin preocupars­e de cumplir sus promesas electorale­s (puesto que no responden ante ellos, que no pueden revocarles el mandato). Por denunciar una verdad tan palmaria me quisieron acallar el otro día en la televisión; pero los zamoranos no nos callamos ni debajo del agua. Aunque conviene aceptar que no tiene sentido alzar «la voz de la justicia y la verdad» donde vociferan las pasiones sectarias de los ganapanes de la partitocra­cia.

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