LA TERCERA TRANSICIÓN
El descontento generado por los ajustes y la corrupción fue la pólvora que hizo subir a los nuevos partidos como cohetes
Í, amable lector, la tercera. La primera fue la del 78, la de la Constitución y el consenso que nos trajo la democracia, la prosperidad y la entrada en Europa. La segunda llegó al ver que teníamos más partitocracia que democracia, con su cola de corrupción, que algunos tomaban la Constitución a cachondeo y que de Europa venían no sólo subvenciones sino también obligaciones. Que obligaron a una cura de caballo, protestas de todo tipo y nuevos partidos, que iban a cambiarlo y arreglarlo todo. Es lo que hemos tenido los últimos años, con más elecciones y menos resultados que nunca. ¿A qué se debe?
Las causas son varias, empezando por una crisis mundial, basta ver cómo están los demás, pero en nuestro caso lo atribuyo al fracaso de los nuevos partidos, que en vez de solucionar los problemas, los han embarullado aún más. Presentados como la «marcas blancas» o «rojas» de los viejos partidos y siendo ramas desgajadas de los mismos, tenían el atractivo de la novedad y la familiaridad. El descontento generado por los ajustes y la corrupción fue la pólvora que les hizo subir como cohetes. Pero al final, han resultado eso, fuegos artificiales. Podemos, por salir primero, tuvo más éxito y buscaba nada menos que «asaltar el cielo» que, para los que no creen en el otro mundo, se limita a lograr el poder en éste. Pero sus esfuerzos han sido en vano y hoy se contenta con algún ministerio. No porque el PSOE haya recuperado su fuerza de antaño, sino porque a Iglesias se le ha acabado la pólvora. Para mí, la caída empezó con la compra de Iglesias de un chalet de lujo y su crítica al regalo multimillonario de Amancio Ortega a la Seguridad Social. Con ésta, como con el pan, no se juega.
En cuanto a Ciudadanos, su crecimiento ha sido más lento y seguro. Sobre la sólida base de defender España en Cataluña y una sofisticada táctica de pactar con unos u otros, ha logrado éxitos que hicieron creer a Rivera que podía liderar la oposición sin dejar su ambigüedad. Grave error. Como dijo el torero, «lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible». No se puede ser oposición y gobierno a la vez. Ni se puede decir «nunca pactaré con el PSOE de Sánchez» y pactar con él aquí y allá. Ni pretender que no se pacta con Vox y gobernar con sus votos. Rivera tiene que decidirse cuanto antes si aspira a algo más que a muleta o bisagra.
En cuanto a Vox, nuevo en esta plaza, lo mismo. Su temprano éxito puede disiparse si no aclara su naturaleza. ¿A qué aspira? Si se contenta con ser un «partido protesta», tiene asegurado un relativo éxito en un país de quejosos. Aunque sin alcanzar la gran masa de españoles, que quieren vivir, trabajar y gozar como los demás. Pero entonces, tendrá que dejarse de extremismos y aceptar que la democracia no es la mejor sino la menos mala receta política.
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