ABC (Córdoba)

EL PIOJOSO

El futuro apunta a una Córdoba más dinámica mientras otros dejan atrás sus traumas

- RAFAEL GONZÁLEZ

AY un chiste en el que se cuenta que un amigo no paraba de llamar «piojoso» a otro, con tanta insistenci­a, que el tipo, bastante harto, avisó al que le tildaba de tal manera que como siguiera, lo tiraba al río. El nota en cuestión, pertenecie­nte a la clase humana que en Cádiz denominan «quemasangr­e», no se dio por advertido y siguió con el insulto. El insultado lo agarró por el pecho y lo tiró al río. Hay que tener en cuenta, y este matiz es importante, que el insultador no sabía nadar, pero en vez de pedir auxilio, cuando se estaba ahogando, sacaba las manos y juntaba los dedos, para seguir llamando piojoso mímicament­e a su colega. Ahogado, pero cabezón. En realidad, en el chiste original, era la esposa del insultado la que acababa en el río, pero he obviado la versión heteropatr­iarcal para evitar que alguien me tire al río a mí.

El equipo de gobierno saliente del ayuntamien­to se ha comportado como el ahogado con el cambio de nominación de calles por mor de la ley de Memoria Histórica. Derrotados, pero sus cojones ahí, si me permiten la expresión, tan española por otra parte. Bien es cierto que era un acuerdo que había que cumplir, tan cierto como que podría haberse convertido en un caramelito envenenado para Bellido/Albás en el nuevo periplo si no se lleva a cabo. En realidad toda la ley en sí es un caramelo envenenado desde que partidos como PP o Ciudadanos la han dado por buena, por dogma de fe y tienen que torear el trágala progre de una normativa que ni es histórica ni apela a la memoria, sino a lo que claramente todos estamos viendo.

Como metáfora, estos que se ahogan con su razón, demuestran que a lo más que han llegado después de cuatro años es a mandar a Benito y Manolo con una escalera, un cincel y varias placas a cambiar nombres. Metáfora que ha coincido con otra —o así la veo yo— de la nueva apertura de hotelazo y cafetería guapa en Las Tendillas, además de la megatienda de Álvaro Moreno en la misma plaza, que es el sevillano que en Córdoba más se quiere después de Joaquín, el del Betis. Tres iniciativa­s privadas y elegantes para una nueva época. Que sí, que eso es posible a la gestión del anterior equipo de gobierno (gracias, hermanos, por hacer vuestro trabajo por el que os pagamos los cordobeses) pero que el tiempo ha querido que se produzca ello en una semana en la que Bellido ya ejerce de alcalde «in pectore» con chaqueta «beige» (esas hombreras, estimado).

Un futuro que apunta hacia una Córdoba con más oferta hotelera, mejor vestida y esperemos que más dinámica. Mientras otros dejan una Córdoba con su rencor, sus traumas y su soberbia, llamándono­s piojosos a los cordobeses que ni ganamos su guerra ni nos importa una higa el nomencláto­r. Se han ahogado en su Riomundi de naderías. En las manos llevan la placa de Cañero, en señal de triunfo, mientras tragan el agua de la oposición.

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