Desenfado cachondo en el Gran Teatro
Dirección: Jordi Milán. Intérpretes: Compañía La Cubana. Desde el jueves 13 de junio hasta el domingo 16, en el Gran Teatro, la compañía La Cubana ofreció su última producción «Adiós Arturo», disparatada parodia de un funeral y un duelo tras la muerte del citado Arturo.
El difunto era un ricachón y mecenas internacional de la cultura, así como de una variada gama de asociaciones y temas.
Era además cordobés de nacimiento y de vocación, con lo que participaba y apoyaba todas las manifestaciones cordobesas, los patios, la Feria, la Semana Santa, vamos, una especie de ángel protector del más puro y racial cordobesismo, lo cual se muestra en la función como una desenfadada caricatura del tipismo cordobita más cañí y pinturero.
Esta adaptación a la realidad cordobesa no es, ni más ni menos, que una adaptación de la puesta en escena a la ciudad de la Mezquita; ni que decir tiene que ello se cambia si la ciudad donde se representa la obra es la de la Giralda, o la de los Sanfermines.
Por cierto, una adaptación muy bien resuelta por la compañía en vocabulario, acento, temas e iconografía general.
El guion e idea del espectáculo son de Jordi Milán, quien a su vez lo dirige. El texto es caótico, absurdo, loco… Es así como conviene a una función como ésta, en la que se exalta una alegría de vivir, que ni la muerte debe ensombrecer.
Las situaciones se suceden una tras otra a ritmo veloz, con un criterio inverosímil, siempre juguetón, pero eso sí, con un tremendo y férreo control de la puesta en escena, muy compleja teatralmente, para que todo funcione con aparente facilidad y que los múltiples recursos de la barroquísima representación circulen sin tropiezos, es decir, para que las muchas técnicas escénicas que se despliegan luzcan sin interferirse entre sí, todas felizmente encadenadas: el vestuario, la música, la escenografía, las luces, la animación del público, la caracterización de los personajes, el vídeo… etcétera.
Magníficos los actores, los técnicos del espectáculo, el equipo en general de la compañía La Cubana para hacer posible una función en la que se goza, se ríe, también se aguijonea sobre la hipocresía social, se participa y se disfruta de la estética chillona y «kitsch» de la función, que recibió la aprobación del público en el largo aplauso final.
La obra
Es una buena adaptación de vocabulario, acento, temas e iconografía de la cultura andaluza