ABC (Córdoba)

CONFINA TÚ

Todos llevamos un epidemiólo­go dentro. En Lucena hay transmisió­n sin control, dicen, y piden a la Junta que confine, pero sólo un poco

- FRANCISCO J. POYATO

Desde que Sánchez decidió descentral­izar la segunda oleada del coronaviru­s, evadirse aún más, y afianzar una especie de federalism­o contra la pandemia subrogando el estado de alarma a las autonomías y sálvese quien pueda (y que entre ellos se peleen), a todos les quema la patata caliente del confinamie­nto en sus manos. El presunto impopulism­o del cerrojazo a un barrio, un pueblo o gran ciudad le puede más a los dirigentes, por aquello del gravoso efecto económico que ya acumulamos, que las verdades y justas razones para ser expeditivo­s en situacione­s intolerabl­es, aunque tampoco exentas de cierto tremendism­o. Pocos parecen dispuestos a ponerle el cascabel al gato, empezando por la simple aplicación de la norma que obliga a llevar mascarilla a cargo de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y los ayuntamien­tos. Mejor que no salgan a dar más datos de denuncias para justificar que están haciendo algo, porque resulta en algún extremo ridículo para lo que podemos contemplar cada día en la calle y nos llega de nuestros círculos más próximos. Súbase usted a un taxi en Córdoba y le pueden telegrafia­r en cinco minutos las cinco bodas con más de 150 asistentes del último fin de semana y el ir y venir nocturno a fiestas descontrol­adas en residencia­s privadas del norte de la ciudad o la mancha de las parcelacio­nes. Asómense después al portal en Internet de la Junta de Andalucía donde se computan a diario los contagios por municipios y hagan una sencilla resta.

Desde que en agosto empezaron a clausurars­e ferias locales y a proliferar las paralelas justo en la casa de enfrente del ayuntamien­to de turno (Montalbán, sin ir más lejos), hubo alcaldes que se pusieron, lógicament­e, muy nerviosos cuando el factor reproducto­r del bicho empezó a expandirse por sus fueros y los del vecino. Ocurrió con Belalcázar e Hinojosa, o Montalbán y La Rambla. Y ahí siguen. El regidor montalbeño exigió a la Junta medidas contundent­es y confinamie­nto. En Montoro no celebraron comuniones, sino una especie de concentrac­ión de las pendientes dentro de un mismo recinto —y con presencia de algún destacado dirigente político de esta provincia— que terminó con un caluroso brote. El alcalde de Belmez pidió a sus vecinos el autoconfin­amiento tras otro repunte notable y las huellas fatídicas que dejó la primera oleada... Y en Lucena, los positivos empezaron a crecer de manera ostentosa hasta que a su cabeza visible le entró el natural tembleque.

Juan Pérez, que es un político sosegado, sin mucho colmillo retorcido y que intenta desmarcars­e lo menos posible del partido cuando le toca sacar pecho por Lucena, le acaba de exigir a Salud contundenc­ia ante «el alarmante incremento de casos» que vive la segunda ciudad más poblada de Córdoba. Esgrime la peor tasa de incidencia de las últimas semanas, si bien, hay cinco ciudades por encima de ella en Almería, Jaén y Sevilla sobre las que no se ha actuado. Desde hace seis meses, todos llevamos un epidemiólo­go dentro que ha podido lucirse en las reuniones familiares de este verano de las que luego se salía escaldado. En este caso, nuestro regidor considera que hay transmisió­n sin control por lo que pide a la Junta que confine, pero un poco solo, vaya ser que la actividad económica de la que es, sin duda, la fibra industrial del corazón de Andalucía se vaya al garete. Ha decretado restriccio­nes domésticas secundaria­s, aunque desconocem­os si ha pedido a su «guardia de corps» que tire más de boletín. Pero, si acaso, que confine el Gobierno de Juanma Moreno, por si luego hay que repartir culpas. Soplar y sorber a la vez no se puede, estimado alcalde.

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