ABC (Córdoba)

Regreso al nido familiar

El Centro Dramático Nacional acoge dos textos de Carolina África para la compañía La Belloch

- ANTONIO WEINRICHTE­R J. B.

Peter Simonische­k y Jirí Menzel «SIN OLVIDO»

Dirección: Martin Sulík. Intérprete­s: Peter Simonische­k, Jirí Menzel, Zuzana Mauréry e entre las numerosas historias sobre las secuelas del Holocausto que hemos conocido, hay una variación que esta película parece tentar por primera vez. El hijo de un matrimonio judío ejecutado por los nazis entabla una relación con el hijo del oficial que los asesinó. A lo largo de dos horas quizás un tanto morosas los dos «herederos» acaban haciéndose casi amigos; no se hace largo porque rara vez aburren las películas que combinan la premisa de la «extraña pareja» y/o el «buddy movie» con una trama de carretera.

En este caso los «buddies» son más bien mayorcitos (Jirí Menzel falleció esta misma semana) y lo que van a ir descubrien­do por el camino no va a servir para arreglar los traumas que llevan una vida arrastrand­o: cuando uno se interna en la «noche y niebla» (el grotescame­nte poético eufemismo que se eligió para la solución final) es inútil esperar una luz al final del túnel. El hijo del verdugo es un austriaco que contrata al eslovaco huérfano de la Shoa para que le sirva de traductor en un viaje con el que quiere exhumar las pasadas atrocidade­s. El austriaco es Peter Simonische­k, el padre de «Toni Erdmann», con lo que ya se imaginan el toque extroverti­do que le da al personaje. Y el eslovaco es el veterano cineasta Jirí Menzel, uno de los iconos de la «nueva ola checa» aplastada por los tanques soviéticos; su viejecito de 80 años está lleno de sufrida y silenciosa determinac­ión.

El contraste entre ambos, el factor «extraña pareja», es lo que mejor resulta de la función. Lo peor es un giro final que es un golpe bajo que no vamos a destripar aquí. Y hay por el camino escenas magníficas como todas en las que sale Zuzana Maurery, la hija del eslovaco, cuando intenta por ejemplo sentarse a charlar con el hijo de quien exterminó a su familia.

Da Belloch es una compañía que, en sus ocho años de vida, ha mostrado un indiscutib­le talento, con Carolina África (una de sus fundadoras junto a Laura Cortón y Almudena Mestre) como principal punta de lanza creadora. Obras como «Vientos de Levante» o las que se presentan ahora en el Centro Dramático Nacional, «Otoño en abril» y «Verano en diciembre», son muestras de su buen hacer.

«Otoño en abril» abre la temporada en el teatro María Guerrero –«es un milagrito estar aquí», se asombra Carolina África–. Las funciones de esta obra se complement­arán los domingos con «Verano en diciembre), ya que aquel texto es continuaci­ón de éste. «“Otoño en abril” es una segunda parte, pero totalmente independie­nte, no hace

Lfalta ver una para entender la otra. Entre las tramas de las dos hay una diferencia temporal de apenas cuatro meses, pero en mi vida en la vida pasaron nueve años entre una y otra», explica la autora.

No es gratuita esta referencia personal porque las dos obras se basan en la propia historia familiar de Carolina África. ¿Podrían los textos entrar en la categoría de autoficció­n, un término ahora muy de moda? «Yo no era consciente de que hacía autoficció­n –dice la dramaturga–. Pero solo sé escribir sobre las cosas que me han tocado. La ficción permite manipular lo ocurrido en realidad, tergiversa­rlo, jugar con lo que a mí me ha movilizado». La obra «cuenta el eterno e inevitable retorno de unas hijas al nido de su madre –relata–, aunque ese hogar no sea un refugio añorado y

Crítica de teatro

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«Otoño en abril»
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