Un luchador
▶ Buscaba la meta final y la identificaba con el «non plus ultra», con pelear por objetivos ambiciosos
FERNANDO Rubio nos ha dejado. Se ha ido un entrañable amigo y, como ocurre en estas ocasiones, el vacío que deja es profundo. Era una gran persona y disfruté muchos años de su amistad cálida y sincera, lo cual me llenó de satisfacción y de ese misterioso halo de serena alegría que da el saber que cerca de ti tienes un amigo que te quiere y al que quieres.
Nació en 1937, en plena Guerra Civil, en Ciudad Real, de pura esencia manchega que impregnó a Fernando a lo largo de su vida de ese espíritu que poseen los nacidos en La Mancha y que se resume en el sentido común, en la prudencia y en el arrojo para emprender aventuras vitales. Tuvo un gran acierto al casarse con Cuca, mujer alegre, emprendedora y positiva, que le hizo feliz, y con la que tuvo cuatro hijos que a su vez les han dado la gran satisfacción de tener ocho nietos. Fernando supo combinar su vida familiar con una intensa actividad profesional que le llevó a desempeñar puestos de notable responsabilidad en empresas públicas vinculadas al sector de hidrocarburos. Antes de ello se curtió en su formación profesional, con gran mérito por su parte, estudiando y practicando en el Reino Unido y Francia con empresas relevantes que le dieron una formación muy realista y un profundo conocimiento de las finanzas empresariales.
Como dice él mismo en su interesante biografía «La Travesía» de 2019: «Desde que era mozalbete empecé a soñar con una vida mejor. Mis sueños siempre acababan de la misma manera: tienes que triunfar, me decía; tienes que llegar, y para ello tienes que prepararte para salir de Ciudad Real, de lo contrario, la masa y la inercia, acabarán con tus sueños y acabarás como uno más». Puedo dar fe de que a lo largo de su vida Fernando fue, sobre todo, un luchador de pura cepa. Jamás se conformó con metas parciales porque él buscaba la meta final y
esa meta la identificaba con el «non plus ultra», con pelear por objetivos ambiciosos y hacer las cosas bien. Para eso hacía falta una buena dosis de esfuerzo personal, pero Fernando lo puso en marcha con entusiasmo, visión estratégica de las acciones a desarrollar y muchas horas de trabajo. Se hizo un nombre en el ámbito de sus actividades profesionales.
Fernando era un hombre creyente, lo cual le daba el empuje necesario para emprender y llevar a cabo acciones tanto en el ámbito personal como en el profesional. Tenía un carácter afable y le gustaba disfrutar de todo lo bueno que la vida le ofrecía, especialmente de su familia y de sus amigos. En todo era pausado, y a la vez audaz, y buena prueba de ello son los buenos vinos que tomamos en nuestra vida con pasión y con medida. En estas circunstancias tan dolorosas sólo me queda, rememorando tan buenos ratos, levantar mi copa y decirte: Fernando, ¡va por ti!