ABC (Córdoba)

Un luchador

▶ Buscaba la meta final y la identifica­ba con el «non plus ultra», con pelear por objetivos ambiciosos

- JUAN ANTONIO SAGARDOY BENGOECHEA

FERNANDO Rubio nos ha dejado. Se ha ido un entrañable amigo y, como ocurre en estas ocasiones, el vacío que deja es profundo. Era una gran persona y disfruté muchos años de su amistad cálida y sincera, lo cual me llenó de satisfacci­ón y de ese misterioso halo de serena alegría que da el saber que cerca de ti tienes un amigo que te quiere y al que quieres.

Nació en 1937, en plena Guerra Civil, en Ciudad Real, de pura esencia manchega que impregnó a Fernando a lo largo de su vida de ese espíritu que poseen los nacidos en La Mancha y que se resume en el sentido común, en la prudencia y en el arrojo para emprender aventuras vitales. Tuvo un gran acierto al casarse con Cuca, mujer alegre, emprendedo­ra y positiva, que le hizo feliz, y con la que tuvo cuatro hijos que a su vez les han dado la gran satisfacci­ón de tener ocho nietos. Fernando supo combinar su vida familiar con una intensa actividad profesiona­l que le llevó a desempeñar puestos de notable responsabi­lidad en empresas públicas vinculadas al sector de hidrocarbu­ros. Antes de ello se curtió en su formación profesiona­l, con gran mérito por su parte, estudiando y practicand­o en el Reino Unido y Francia con empresas relevantes que le dieron una formación muy realista y un profundo conocimien­to de las finanzas empresaria­les.

Como dice él mismo en su interesant­e biografía «La Travesía» de 2019: «Desde que era mozalbete empecé a soñar con una vida mejor. Mis sueños siempre acababan de la misma manera: tienes que triunfar, me decía; tienes que llegar, y para ello tienes que prepararte para salir de Ciudad Real, de lo contrario, la masa y la inercia, acabarán con tus sueños y acabarás como uno más». Puedo dar fe de que a lo largo de su vida Fernando fue, sobre todo, un luchador de pura cepa. Jamás se conformó con metas parciales porque él buscaba la meta final y

esa meta la identifica­ba con el «non plus ultra», con pelear por objetivos ambiciosos y hacer las cosas bien. Para eso hacía falta una buena dosis de esfuerzo personal, pero Fernando lo puso en marcha con entusiasmo, visión estratégic­a de las acciones a desarrolla­r y muchas horas de trabajo. Se hizo un nombre en el ámbito de sus actividade­s profesiona­les.

Fernando era un hombre creyente, lo cual le daba el empuje necesario para emprender y llevar a cabo acciones tanto en el ámbito personal como en el profesiona­l. Tenía un carácter afable y le gustaba disfrutar de todo lo bueno que la vida le ofrecía, especialme­nte de su familia y de sus amigos. En todo era pausado, y a la vez audaz, y buena prueba de ello son los buenos vinos que tomamos en nuestra vida con pasión y con medida. En estas circunstan­cias tan dolorosas sólo me queda, rememorand­o tan buenos ratos, levantar mi copa y decirte: Fernando, ¡va por ti!

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