ABC (Córdoba)

COVID Y LUCHA DE CLASES

Desbarres ideológico­s mientras los españoles siguen enfermando

- LUIS VENTOSO

EL serial «Madrid es malo», que guionizan desde hace meses el Gobierno y sus muletas mediáticas para tapar la lastimosa gestión de Sánchez, ha encontrado un nuevo e inesperado capítulo: el Covid y la lucha de clases. Por las redes sociales y el tertuliani­smo afecto circula una queja airada. Resumida, viene a denunciar que la perversa y muy derechosa Ayuso ha tomado las nuevas medidas restrictiv­as castigando intenciona­damente a los barrios proletario­s y dejando a su bola a los más pudientes. Según las elucubraci­ones de este delirante Marxismo Covid, el Ejecutivo regional de PP y Cs putea por motivos ideológico­s a los del Parla y Puente de Vallecas, restringie­ndo sus reuniones y cerrando sus bares porque son pobres, al tiempo que tolera de que los pudientes del barrio de Salamanca y Pozuelo hagan lo que les plazca.

Medidas como las de Madrid las hemos visto antes en Aragón, la comunidad más castigada porcentual­mente y donde manda el PSOE; en el cinturón de Barcelona o en localidade­s vascas. Pero jamás se desató el chorreo de críticas que se escuchan cuando idénticas actuacione­s las toma Madrid.

No voy a canonizar a Ayuso y Almeida, que como todo mandatario a veces meten la zueca (ahí están las bajas en las residencia­s). Pero cabe recordar la magnitud del envite que tenían encima. Madrid es la mayor ciudad de España de largo (3,3 millones de habitantes frente a 1,6 de Barcelona) y un destino obligado en viajes de trabajo desde todas las provincias. Barajas es una puerta abierta al mundo. Lógicament­e la capital del país estaba llamada a sufrir las cifras más aparatosas en la epidemia, y así fue. Pero las autoridade­s madrileñas, con sus luces y sombras, nunca se pusieron de canto, como hace desde junio el presidente del Gobierno. Siempre han estado ahí y en el pico de la epidemia tomaron con rapidez medidas de emergencia que evitaron un caos (como el hospital de Ifema, que fue un recital de logística exprés; o las morgues improvisad­as). Por supuesto no existe una discrimina­ción por clases sociales ante el Covid. Las restriccio­nes se han aplicado conforme a la evolución de la epidemia en los distintos puntos. Ojeo en la prensa extranjera tablas sobre cómo marcha la epidemia en Europa. ¿El peor país en muertos en los 14 días previos al pasado viernes? España, con 819; frente a 341 de Francia; 170 del Reino Unido, o 148 de Italia, que en su día era con nosotros el enfermo de Europa. ¿Casos diarios por millón de habitantes? De nuevo la peor España, 216 por millón; seguida por Francia, 133 (Reino Unido está en 48,4 e Italia, en 23,3). ¿Muertes diarias por millón? España, de nuevo al frente, con 1,9; frente a 0,5 de Francia; 0,2 de Italia y 0,1 de Alemania.

Nuestra clase política, pésima, no ha estado a la altura (tampoco la sociedad, que en verano ha relajado la prudencia). Resulta desasosega­nte, e inadmisibl­e, que ante una segunda ola desatada, que siega vidas y además puede rematar la economía, no se aparquen por un instante las obsesiones ideológica­s para que todos los partidos e instancias administra­tivas se unan en un plan claro de Estado para salir de esta. Pero se requeriría algo que escasea: sentido común y políticos, en lugar de figurones obsesionad­os con su propia superviven­cia.

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