Entre el miedo y la responsabilidad
La ciudad vive agitada la grave escalada de casos en apenas un mes que amenaza con severas restricciones
UNA corona de flores y una docena de cirios intentan llenar desde hace unos días el vacío que ha dejado Pepón, el vendedor de la ONCE que cada día derrochaba simpatía y amabilidad en la esquina de la parroquia de San Mateo con la calle La Villa, en pleno centro de Lucena. Su muerte por Covid, prematura e inesperada, inundó redes sociales y grupos de WhatsApp el pasado fin de semana, de aciago recuerdo para el municipio con tres fallecimientos por coronavirus, encendiendo todas las alarmas en una de las ciudades medias andaluzas menos afectadas por la primera ola de la pandemia y sorprendida, en pleno verano, por una continuada escalada de la curva de contagios.
Los datos del pasado viernes, tras la actualización por avería en una máquina PCR y ausencia de un epidemiólogo en la zona Sur, dejan un índice acumulado de cerca de 600 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días, lo que ha terminado de dejar claro que Lucena se enfrenta a una situación que el propio alcalde, Juan Pérez, califica como «muy delicada». Así se traduce en las calles del siempre bullicioso centro.
A escasos veinte metros del improvisado homenaje floral en recuerdo de Pepón, en la Plaza Nueva, un grupo de mayores comenta bajo los naranjos el importante descenso del número de personas que pasean por la calle: «Hoy no hay ni la mitad de gente que otros sábados», asegura uno de ellos, mientras otro le responde que él no ha dejado de salir «ni un solo día” desde que se levantó el estado de alarma: «Con mi mascarilla voy yo a cualquier parte, sin miedo». Un tercero le advierte de los riesgos: «Pues ten cuidado, que ya tenemos a tres o cuatro de la tertulia metidos en casa con el bicho». Un momento de silencio da pie a la reflexión: «Muchas fiestas en los campos y mucho sinvergüenza que no respeta la cuarentena. Así esto no hay quien lo pare». Todos asienten.
Junto a ellos, las terrazas de la Plaza Nueva son un termómetro de la situación. A las once y media de la mañana de cualquier sábado las mesas estarían llenas de cafés, tostadas y churros entre la animada charla matinal, pero hoy apenas cuatro o cinco veladores están ocupados, ofreciendo un paisaje urbano desolador y nada convencional de este punto del entramado urbano lucentino del que parten las principales arterías comerciales de la ciudad. «En la última semana hemos perdido más de la mitad del negocio, yo diría que hasta tres cuartas partes», asegura el responsable de uno de los establecimientos, que añade que «solo se mantiene un poco la primera parte de las mañanas, pero la tarde está muerta». En otro de los bares una camarera afirma que «parece que la gente tiene miedo, hay muchos con coronavirus y ya no es solo la terraza, que ha caído bastante, sino que ha bajado mucho la gente que ves por las calles».
Quejas
En Las Torres, a espaldas del Ayuntamiento, cinco personas esperan su turno para acceder al cajero y se quejan de la espera. Una de ellas culpa de la situación «al gobierno», sin especificar mucho más quién en es el blanco de sus críticas. «Más mano dura es lo que necesitamos, ante la irresponsabilidad mano dura», asevera. Mientras, una joven intenta sin mucho éxito explicar que la situación «no es tan grave como nos dicen los medios de comunicación». La conversación se anima y salen a colación la suspensión de la desinfección de las calles por parte del Ayuntamiento, la negativa del consejero de Salud a «confinar» Lucena, la sinrazón de «meter en un aula a trein