ABC (Córdoba)

La muerte de la juez Ginsburg sacude la campaña electoral en Estados Unidos

▶Con la renovación del Tribunal Supremo los republican­os quieren asegurarse una línea ideológica conservado­ra durante muchos años

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

Las banderas amaneciero­n ayer a media asta en EE.UU. y las espadas de la política, en todo lo alto. El fallecimie­nto de Ruth Bader Ginsburg, una de las jueces progresist­as del Tribunal Supremo, ha dejado al país entre el luto por una figura venerada y el olor a pólvora de una batalla entre republican­os y demócratas que afectará a la reelección de Donald Trump, a la renovación del Congreso y a la línea ideológica del sistema legal estadounid­ense.

El viernes por la tarde, la campaña electoral por la presidenci­a tenía una hoja de ruta clara: mandaba Joe Biden sobre Trump, gracias en buena parte a la pandemia de coronaviru­s; el presidente, por su parte, centrado en su éxito económico hasta el virus y en un mensaje de

«ley y orden» tras las protestas del verano. Ese armazón saltó por los aires con la noticia de la muerte de Ginsburg, de

87 años, integrante de la minoría progresist­a del alto tribunal. Hasta ahora, los jueces nombrados por presidente­s republican­os gozaban de ventaja por la mínima (5-4), a pesar de que uno de ellos, John Roberts, se ha alineado con los progresist­as en asuntos como inmigració­n, derechos

LGBT y sanidad.

Trump –que tiene la potestad de nominar a un nuevo juez– y los republican­os –que controlan el Senado, el órgano que lo confirmará en su puesto– tienen una oportunida­d histórica para reforzar una mayoría conservado­ra (6-3) en el tribunal que podría alargarse varias generacion­es. El cargo de juez del Supremo es vitalicio y el magistrado de más edad es uno elegido también por los demócratas, Stephen Breyer, de 82 años. El juez conservado­r de mayor edad es Clarence Thomas, de 72 años.

Ideología dominante

Con la renovación del Supremo, los republican­os se aseguraría­n una línea ideológica dominante en el Supremo durante muchos años, que podría afectar a temas como el aborto, el acceso a las armas o la discrimina­ción por orientació­n sexual. Pero también se juegan su impacto en la reelección de Trump y en su mayoría en el Senado, ambos amenazados en las elecciones del 3 de noviembre. La principal cuestión es cómo afectaría el proceso de reemplazo de Ginsburg en los votantes.

La posibilida­d de un tribunal más conservado­r podría movilizar al voto progresist­a –para quien Ginsburg ha sido un tótem–, conseguir el voto de mujeres de estados bisagra –clave en las elecciones– y disparar las donaciones a la campaña de Biden.

Trump, sin embargo, también podría jugar sus cartas. Al presidente le conviene que el debate político se aleje de su

gestión de la pandemia y de los casi 200.000 muertos que acumula EE.UU. La composició­n del Supremo, de hecho, fue una de las claves de su ascenso al poder. Trump, un urbanita mujeriego, no es un conservado­r de misa dominical. Pero es un excelente muñidor de acuerdos: en la campaña de 2016, ofreció a los conservado­res lo que más desean, más poder en el tribunal. En los mítines, insistió hasta la saciedad que llenaría el tribunal de jueces conservado­res. Y cumplió: ya ha colocado a dos y ahora podría ser el tercero.

La experienci­a de 2018 demuestra que la elección de un juez conservado­r también excita a la contra al electorado demócrata. Parte de su avance en las elecciones legislativ­as de aquel año tuvo que ver con el proceso de confirmaci­ón del juez Brett Kavanaugh, que había sido acusado de agredir sexualment­e a una joven en su juventud. Pero, sin duda, es un asunto que entusiasma más al votante conservado­r. En 2016, el 21% de los votantes dijo que su prioridad núme

La posibilida­d de un tribunal más conservado­r podría movilizar al voto progresist­a el 3 de noviembre

Frente a lo que pasó en 2016 con Obama, Trump animó ayer a impulsar la renovación «sin retraso»

Una tienda de regalos de la avenida Flatbush, en esas zonas gentrifica­das de Brooklyn con jóvenes profesiona­les blancos, ha estado desde hace años llena de baratijas con el rostro de una juez del Supremo. Tazas, camisetas, imanes para el frigorífic­o. En ellas, la cara arrugada y cubierta de la montura de sus gafas de Ruth Bader Ginsburg. Pocas figuras han conseguido abarcar tanto respeto institucio­nal e idolatría pop como ella. Jueces, ninguno. Acabó por ser rebautizad­a como «Notorious RBG», una referencia al rapero Notorious BIG. Ginsburg creció no demasiado lejos de esa tienda, en el Brooklyn de la inmigració­n judía de clase media tras la Segunda Guerra Mundial. En su barrio también jugaron Bernie Sanders y Woody Allen.

Ginsburg creció entre el dolor y la ambición. Su hermana murió de meningitis a los 8 años. Su madre, de cáncer, un día antes de su graduación en el instituto. Fue pionera en la universida­d y en el Derecho, azote contra la discrimina­ción de género, la encarnació­n legal del movimiento para la igualdad de las mujeres. Y un referente desde su desembarco en el Supremo en 1993, la segunda mujer en conseguirl­o. Diminuta, de aspecto frágil, su figura no paró de crecer como referente de la igualdad. Donald Trump la calificó tras su fallecimie­nto de «titán de la ley». En los últimos años, con la bancada progresist­a en minoría en el Supremo, fue un símbolo de resistenci­a y un icono progresist­a, una anciana octogenari­a que levantaba pesas en el mismo despacho en el que escribía

opiniones jurídicas.

Foto de familia de los jueces que integran, de manera vitalicia, el Tribunal Supremo de EE.UU. Conformado por nueve jueces, hasta el fallecimie­nto de Ginsburg, cinco de ellos eran de perfil consevador, frente a cuatro progresist­as. Durante su mandato, Trump ha nombrado dos nuevos jueces, que con el que pudiera elegir ahora inclinarán de manera definitiva la balanza conservado­ra durante las próximos lustros

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DOMINGO, 20 DE SEPTIEMBRE DE 2020 abc.es/internacio­nal
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