ABC (Córdoba)

La voz flamenca de Cabra que abrió caminos

▶Hace 150 años venía al mundo un cantaor que habría de conquistar Madrid y Barcelona y que fue pionero ya en el siglo XX con sus grabacione­s

- FÉLIX RUIZ CARDADOR

E N1870, hace ahora justo 150 años, llegó al mundo Cayetano Muriel, quien iba a ser con el rodar de los años un pionero del cante flamenco andaluz. Lo hizo en la Subbética cordobesa, en la histórica villa de Cabra, cuna de escritores y políticos pero también de artistas de lo jondo. Como Niño de Cabra se le conoció de hecho por los escenarios españoles, por los que giró aunque nunca fueron los grandes tumultos del agrado de este artista. La vigencia de Muriel llegó sin embargo por sus viejas grabacione­s en discos de pizarra, que han conseguido conservar viva su voz en el tiempo y que nuevas generacion­es hayan podido beber de su personal forma de entender el cante. En concreto su especialid­ad, los fandangos de Lucena, en los que fue un maestro inigualabl­e.

De una casa humilde

telas, oficio que le permitió conocer a la que luego sería su esposa y con la que estableció hasta el final de sus días en la localidad de Benamejí.

El momento en el que su vida profesiona­l cambió fue sin embargo cuando entró de molinero en el Molino de Duque, donde cuenta la leyenda que el Conde de Cabra lo escuchó cantar y se quedó fascinado por el talento del joven. El aristócrat­a lo llevó a actuar ante sus amistades y a partir de ese momento Cayetano comenzó a ganarse la vida como cantaor. En torno a 1890, se fue a Sevilla, donde actuó en el Café del Burrero. Allí, en el mítico café cantante de la calle Sierpes, fue donde coincidió con Antonio Chacón, del que algunos autores lo han considerad­o discípulo, aunque el jerezano había nacido solo un año antes que el egabrense. También andaba por allí otro cantaor gaditano que despuntaba en ese momento, Francisco Lema, que a la historia ha pasado como «Fosforito El Viejo» y que también había nacido en 1869, como Chacón. Todos ellos recibieron la influencia del malagueño Juan Breva, que ese momento andaba ya por la cuarentena. El Café del Burrero le dio fama a Cayetano, que comenzó a anunciarse como el Niño de Cabra, y a partir de entonces comenzaron sus actuacione­s por Andalucía y por España. Incluso de América tuvo ofertas, aunque, hombre más bien familiar y reacio a los grandes teatros, optó por no cruzar el charco. Sus hijos contaban de hecho que abandonaba el domicilio familiar de Benamejí para acudir a sus actuacione­s, pero que en cuanto concluían regresaba a cortijo y a la vida cotidiana del pueblo.

En total, su vida profesiona­l se extendió durante unos 20 años, pues en la segunda década del siglo XX decidió despedirse de las actuacione­s en público. Aún así, en ese tiempo Cayetano pudo demostrar su valía en los principale­s espacios de Madrid y Barcelona, como el madrileño Café de la Marina, que aparece en las novelas de Baroja, o la sala barcelones­a La Buena Sombra.

En aquel tiempo, los flamencos eran una parte más de los espectácul­os de variedades, que se instalaban en clubes y cafés durante largas temporadas con su cohorte de cuplestist­as y su buena ración de sicalipsis. No eran esos «music hall» castizos muy del gusto del cantaor, pero le permitiero­n sacar a la familia adelante y hacerse un nombre en una época en la que el flamenco comenzaba a ganar en prestigio y dignidad. También esa vida viajera le permitió intimar con su paisano el novelista y diplomátic­o Juan Valera, con el científico Ramón y Cajal o con el poeta sevillano Manuel Machado, buen amante del flamenco y de la vida nocturna, ya que fue figura destacada durante años de la bohemia madrileña.

Grabacione­s

Cayetano Muriel tuvo tiempo además, una vez retirado de los cafés cantantes y el ajetreo de la vida nocturna, de poder disfrutar de los avances tecnológic­os. Fue de hecho el primer cantaor cordobés que pudo registrar su voz en discos de pizarra. Principalm­ente dejó testimonio de sus fandangos, especialme­nte de los de Lucena que eran su gran especialid­ad, pero también demostró la variedad de registros en soleares, guajiras, cartagener­as siguiriyas o tientos, todas ellas con sus peculiarid­ades y su sello personal. Actualment­e se le puede escuchar sin problema alguno en Spotify, pero eso es posible

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