El Niño de Cabra, visto por Ricardo Molina
A la izquierda, portada de una reedición de los cantes del artista, que hoy se pueden escuchar sin problema en Spotify o Amazon. A la derecha, portada de la biografía sobre Muriel que escribió el exalcalde y profesor de Benamejí José Arias Espejo; y a su derecha, un retrato de Cayetano en su juventud luciendo un característico sombrero canotier
El poeta y flamencólogo del grupo Cántico Ricardo Molina no llegó a escuchar en persona a Cayetano Muriel, pero sí que conoció sus cantes gracias a los discos que grabó el egabrense. De él dejó un retrato admirado, en el que lo situaba como un cantaor en la estela de Juan Breve y del gran Antonio Chacón pero con un sello propio. De él decía que fue el prototipo del cantaor andaluz sin influencia gitana. «El que quiera saber en qué se diferencia el cante gachó del gitano que oiga un disco de Cayetano por malagueñas y lo compare con otro por soleares de Tomás Pavón», escribió el autor de «Elegías de Sandua». Según Molina, Cayetano prefirió siempre los cantes largos y sin medida que le daban la posibilidad de lucir su voz. «Hizo bien, pues cada cual debe orientar sus facultades», opinaba el poeta. Ricardo Molina considera a Muriel como el mejor cantaor que había escuchado por fandangos de Lucena y como uno de los mejores intérpretes de malagueñas de su generación. gracias a que los 80 la peña que lleva el nombre del cantaor en Cabra recuperó esas grabaciones y las popularizó a través de «casettes».
Además de esta peña, también el Concurso Nacional de Cante de Córdoba recuerda al artista con un premio que lleva su nombre, mientras que en su ciudad natal tiene una escultura y en Benamejí, donde murió, lo recuerda una calle. Esa es la estela de un cantaor con voz propia, al que en ocasiones se le ha considerado emulo de otros pero que, cuando se cumplen 150 años de su nacimiento, queda ya en la historia como uno de esos hombres que fueron sacando poco a poco al flamenco del olvido y la incomprensión para convertirlo en lo que es hoy, el género emblemático de la cultura andaluza y un patrimonio ya no sólo del Sur español sino de la humanidad.
Aunque durante años se habló de que sobre el Niño de Cabra había pesado un injusto olvido, hoy sí se puede decir que su ciudad natal lo recuerda orgullosa de su legado con diversos testimonios y que su labor de pionero del cante, de hombre que abrió caminos a otras leyendas como Fosforito o El Pele que habrían de venir, es hoy incuestionable.