El Alcázar y las Caballerizas Reales La manzana primordial olvidada
▶El Ayuntamiento de Córdoba lleva diez años con la ordenación de más 100.000 metros cuadrados claves para la historia guardada en un cajón
MIENTRAS, la Mezquita-Catedral y el Cabildo se llevan la fama, es el Ayuntamiento de Córdoba quien carda la lana. Al contrario de lo que ocurre con el plan de gestión que está actualizando la Iglesia para el primer monumento de Córdoba, el Ayuntamiento de Córdoba nunca ha llegado a establecer un plan coherente para la principal manzana histórica que es responsabilidad suya y que, en un futuro muy cercano, será de su entera propiedad. El Alcázar y las Caballerizas Reales constituyen una unidad física de 103.000 metros cuadrados que, en cuanto termine el procedimiento de expropiación a Defensa, serán casi plenamente municipales gracias, entre otros hitos, a que recibió temporalmente la huerta de Caballerizas como préstamo pendiente de revalidar.
El manifiesto sobre los usos de Caballerizas realizado por notables de Córdoba tan solo es una tensión más, la última, cuando se tienen los deberes a medio hacer: ningún gobierno local ha culminado el trabajo obvio de dejar por escrito, con carácter normativo, qué quiere para los edificios históricos de su responsabilidad que son más preciados. El Ayuntamiento de Córdoba escribió un ambicioso plan especial para el Alcázar y las Caballerizas Reales que lleva diez años esperando impulso. Nunca llegó a aprobarse de forma definitiva a pesar de que constituía una estrategia integral, la primera que se concebía más allá de las ideas de los respectivos alcaldes.
La literatura
Todos los documentos municipales sobre la materia son propuestas de usos, ideas, bocetos, mociones. Pero no una firme determinación política con capacidad de trascender a varias corporaciones. Se sabe que se quiere la propiedad de las Caballerizas pero no para qué. Se gasta dinero anualmente en el Alcázar pero sin un plan director coherente, un objetivo tangible y contrastado por expertos en la materia. En unos bienes, recuérdese, que forman parte del cogollo Unesco. A pesar de todo, el grueso del trabajo está hecho. La Gerencia de Urbanismo realizó un programa intenso y documentado que sigue metido en un cajón desde el año 2009. Todos los gobiernos desde esa fecha han prometido revisar esa labor ingente. Ninguno ha querido hacerlo.
La historia de Córdoba aconseja abordar el Alcázar, las Caballerizas y parte de su entorno como un todo. Los restos arqueológicos hallados en la zona demuestran —dada su cercanía al río— un uso intenso prácticamente desde que Roma montó el primer centro logístico de la Bética a unos 750 metros del núcleo turdetano, los cordobeses pata negra. Los informes sobre Al Andalus explican que fue una zona de administración, los Nuevos Ministerios de la época. Las fuentes escritas aseguran que en la zona estaba la Casa de Correos o la Ceca. Lo que llamamos Alcázar, sin embargo, nada tiene que ver con la residencia califal, una potente construcción levantada donde hoy se encuentra el Obispado de Córdoba. Lo que tenemos ahora es producto de la conquista posterior. El Alcázar cristiano data del siglo XIII o XIV, según a quien se le pregunte, y fueron los Reyes Católicos quienes lo cedieron en 1482 al Santo Oficio para que fuera sede del Tribunal de la Inquisición. Tuvo ese uso hasta 1810, cuando pasó a ser cuartel de las tropas napoleónicas. Es propiedad municipal desde 1821 que lo dedicó a cárcel hasta 1941, incluyendo la Guerra Civil, momento en que se decide su militarización. Su actual configuración se debe a la gestión de Antonio Cruz Conde, un alcalde con especial olfato para el turismo. Uno de sus elementos anexos, la noria de la Albola
El Ayuntamiento no ha dejado de poner fondos en la zona aunque sin que se vean muchos avances
fia, forma parte del sello de la ciudad desde que fue oficialmente reconocida como tal, mucho antes de que algunas nacionalidades históricas soñaran con serlo.
El papel de Felipe II
Las Caballerizas son una suerte de operación urbanística de la época. Con un carácter militar estratégico, la función de la huerta fue defensiva hasta la cesión del Alcázar al Santo Oficio donde van perdiendo ese valor de borde de la parte «noble» de la ciudad que había que defender. Felipe II decidió crear allí una institución para el uso de caballos de pura raza española. El edificio inicialmente levantado se acabó en 1578 aunque lo que hoy podemos ver es posterior. Las Caballerizas Reales primeras sufrieron un pavoroso incendio en 1734. A partir de su reconstrucción, arranca una extraña historia en la que llegaron a ser propiedad privada para pasar posteriormente al Estado. El Depósito de Sementales, que explica la presencia militar, arranca en el siglo XIX y acaba en 1995. Y así hasta hoy.
La cuestión básica es para qué quiere la ciudad el Alcázar y las Caballerizas y, en segundo lugar, con qué parámetros, normas y funciones está dispuesto a realizarlo. La respuesta sencilla es que el primero es un gran centro turístico y las segundas, un centro internacional del caballo. Ojalá fuese tan fácil. El plan diseñado en 2009 era muy ambicioso. Quizá demasiado. En primer lugar, intentaba restituir esa cierta unidad originaria. Alcázar y Caballerizas son una pieza única que ahora mismo no tiene ni puertas de comunicación. La segunda clave era recuperar esos límites originarios que llegaban hasta el Guadalquivir hasta que el Estado decidió la construcción de la carretera nacional —hoy, avenida del Alcázar— que se hizo mediante las técnicas existentes en su día: arrasando y levantando postizos. ¿Podrían llegar los actuales jardines hasta el Guadalquivir recuperando el recinto amularlado que en su día tuvieron eliminado la avenida? Podrían. El proyecto, en su conjunto, costaba unos 54 millones de euros repartidos en numerosas anualidades. Probablemente, el mayor problema de aquel proyecto.
En contra de lo que pudiera parecer, el Ayuntamiento de Córdoba —y otras administraciones— no han hecho otra cosa que meter dinero en el Alcázar y las Caballerizas. En algunos casos, de forma urgente como en los desplomes del lienzo de la muralla de la calle Santa Teresa Jornet. El problema es que pocas de esas obras han contribuido a cambiar y mejorar las cosas. Teóricamente, el Ayuntamien
La antigua fortaleza desde los jardines