MIENTE MÁS QUE HABLA
Son el gobierno de la ineptitud y de la mentira, de las ínfulas y del pitorreo, de tapar un fracaso con otro mayor
LA frase parece hecha para nuestros políticos en general y nuestro gobierno en particular. Ni siquiera cuando se les escapa una verdad dejan de mentir porque su intención es engañarnos. Lo estamos comprobando con la pandemia, que alcanza su punto más alto en muertos y contagiados al llegar a su tercera fase que, como las anteriores, venían diciendo que empezaba a doblar su cima, cuando mucho apunta que no la hemos alcanzado. ¿Cómo se atreven a presentarse ante las cámaras para contarnos la misma fábula? ¿Qué grado de caradura, desfachatez y cinismo han alcanzado para seguir con la serenata de siempre? ¿Cuántos miles de españoles más tienen que morir para que admitan que se equivocaron desde el principio hasta ayer mismo, cuando alcanzamos los dos millones y medio de contagiados y los 828 muertos por 100.000 habitantes, para reconocer que las famosas vacunas del «Gobierno Español» no se están aplicando con la debida celeridad y orden, por no haberse tomado las medidas oportunas?
Son el gobierno de la ineptitud y de la mentira, de las ínfulas y del pitorreo, de tapar un fracaso con otro mayor. En cualquier otro país, el ministro de Sanidad hace ya meses que hubiera dimitido. Aquí, el presidente del Gobierno le describe como «un hombre trabajador, inteligente, bueno» al presentarlo como candidato a llevar una de las comunidades más ricas e ilustradas de la nación e incluso creen que ganará. ¿Piensan que los catalanes son tontos o lo son ellos?
Mi temor es que todos los españoles empecemos a estar mal de la cabeza con tantos confinamientos, tantas órdenes contradictorias y, especialmente, tantas mentiras, embelecos, falsedades, cuentos, embustes, patrañas, timos, trolas y paro de contar pues se me acaba el espacio. Incluso le han dado un nombre elegante: «post-verdad», como si fuera una verdad de nuevo cuño. Pero verdad sólo hay una. La que nos hace libres. El resto son mentiras y nos llevan a la esclavitud. Mientras la verdad a secas, pura, simple, no se ve por ninguna parte. Así nos va a los españoles: a la cola de todas las estadistas positivas y a la cabeza de las negativas. Porque no es cierto que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Eso lo inventó Goebbels para engatusar a sus compatriotas y, tarde o temprano, se descubrirá, como lo descubrieron los alemanes.
Dado el avance de las comunicaciones, que ha acelerado la historia, hoy, las mentiras apenas duran 24 horas, aunque los que quieren ser engañados siguen creyendo en ellas. Es su problema. Aunque, si están en el Gobierno, es el nuestro, y lo aceptamos como un mal familiar.