UN GRAN CAMPEÓN
Todo nacionalismo tiene sus cimientos en la demagogia de que los demás nos odian, así que no tenemos más remedio que odiarlos también
i Jack el Destripador fue un gran campeón de prácticas quirúrgicas a pie de calle, no cabe duda de que Donal Trump será un ejemplo de la altura que cabe alcanzar cuando se combinan la demagogia y la agnotología.
La agnotología es la ciencia que fomenta, de manera deliberada, la confusión y la ignorancia, y es un término que procede de alguna universidad americana, puede que de la de Stanford. Cuando alguien dice que el coronavirus sólo enferma a los débiles o que no encontramos empleo porque nos lo roban los emigrantes, estamos oscureciendo la verdad como buenos agnotólogos e incitando al odio racial sobre la base de una demagogia siempre eficaz, que consiste en echarle la culpa a un enemigo inventado. Su demagógico «American First» convertía en enemigo de América al resto del mundo, y eso une y emociona. Todo nacionalismo tiene sus cimientos en la demagogia de que los demás nos odian, así que no tenemos más remedio que odiarlos también. Y si a esa demagogia elemental le añadimos la salsa de la agnotología y deformamos verdades y creamos mentiras, como afirmar que si perdemos las elecciones es debido a un pucherazo, habremos alcanzado unos efectos que sorprenderán a propios y extraños.
Puede que a este gran campeón en Demagogia y Agnotología le perdieran las formas zafias del autoritarismo mandarín, procedente de su más tierna infancia y ampliado con los modales de empresario vintage. Cuando Pablo Iglesias, por ejemplo, practica la demagogia hablando de la «gente», como si fuera un misericordioso misionero que no puede dormir pensando en el hambre que pasan los niños negros, es mucho más eficaz, es mucho más peligroso que cuando intenta poner una voz tonante, que ni le sale, ni armoniza con su escasa corpulencia.
Las formas, los modales, son el resultado de una larga evolución que viene del chimpancé. En algunos países, por ejemplo, comer con las manos y eructar son costumbres habituales, e incluso el eructo es considerado como una cortesía hacia la comida que nos ha ofrecido el anfitrión. En Occidente, en cambio, un eructo es calificado como una grosería imperdonable. Los regüeldos de nuestro Gran Campeón, al principio, resultaron llamativos y originales, pero su repetición machacona comenzó producir el efecto del hartazgo. Pasa con las ventosidades. La primera hasta puede hacer gracia, pero si el autor insiste provoca el rechazo.
Al Gran Campeón incluso le ha sorprendido, y de ahí ese aferramiento casi patético de negar la realidad. Pero la realidad es como la vejez, que, salvo accidente, siempre llega. Y se ha tenido que ir con su demagogia y su agnotología a otra parte, no muy lejos, a Florida, donde el clima es más benevolente que el tornadizo gusto de los votantes. Y donde su pareja de toda la vida, la soberbia, puede quedarse adormilada, aunque no creo que el sesteo sea demasiado largo.
Siberia es una inmensa extensión de territorio, en gran parte virgen, muy despoblada y con muchas zonas remotas, situada entre los montes Urales y el océano Pacífico, entre el océano Glacial Ártico y las fronteras de Kazasjstán, Mongolia, China y Corea del Norte. Tiene una extensión de algo más de trece millones de kilómetros cuadrados, lo que equivale a casi 26 veces España y cerca de tres veces la Unión Europea.