De ser buenos a ir a su avío
Sentir esa fuerza invencible es el fruto del matrimonio que aporta a los conyugues una estabilidad y bienestar inigualable. Para conseguir ese status es necesario ofrecer amor, solidaridad y entrega incondicional, (basado en el respeto y la educación, respetando siempre el espacio vital del otro/a) que jamás debe disminuir sino acrecentarse con los años e ir por delante incluso del amor a los hijos. Tener claro, que el bienestar del otro/a es tu bienestar. En el matrimonio no se puede nadar y guardar la ropa, hay que poner toda la carne en el asador, hay que jugárselo todo a una carta dando lo mejor de sí, a las duras y a las maduras; física, emocional y económicamente por ambas partes por igual, de lo contrario no funciona, no se puede decir esto es mio o esto es tuyo, como está de moda ahora. De ahí lo importantísimo que es acertar con la persona adecuada fríamente al margen del pasional enamoramiento. Me dan mucha pena las parejas que forman una familia sin estos principios, el 99 % sólo se fijan en lo que van a sacar de esa relación, en el sexo y en la fachada y así van las cosas. palos de ciego, uno tras otro, sin obtener resultados favorables para conseguir no ser atacado por la bestia apocalíptica, la mayoría de las veces. Primero nos dijeron que las mascarillas no eran necesarias, después, que había que ponérselas como medio de evitar la propagación del bicho maligno, que si quirúrgicas, que si de tela, que si de plástico, y, por último, aparece la super star: la mascarilla del CSIC con un filtro de nanofibras con virucida, a 2,40 la unidad, que desactiva al Covid-19 en un 97% en dos horas. Me pongo en cola, pero es tal la demanda, que van pasando los días, y no las consigo comprar. Hoy, veo que casi todos los miembros del Gobierno, las usan. Y, yo, uno más de los que se han puesto en cola, pregunto: ¿ha guardado el Gobierno cola para conseguirlas? ¿Ha habido trato comercial de favor para el suministro? Espero una respuesta, que seguro no me llegará.
A lo largo de la historia de la humanidad, han existido infinidad de mentes brillantes, unas más conocidas que otras. Sin embargo, siempre he considerado que solamente ha existido un superdotado, los demás son sucedáneos y, me explico para que se me entienda mejor, todos los grandes genios que han existido me da igual que sean en los estrategas militares, artistas, escritores, científicos, médicos, etc., lo eran exclusivamente en su materia, por ejemplo, tenemos los casos de Einstein, que, en astrofísica, era un verdadero genio o el general estadunidense George Patton, el mejor general de la II Guerra Mundial, por comentar algunos casos. Pero hay un personaje, al cual considero sin ningún género de dudas «el Monstruo de la Inteligencia», no ha existido, ni existe ni creo que existirá, otro como él, y ese personaje es como no, Leonardo da Vinci. La gran diferencia entre Leonardo, el cual está considerado «el hombre Universal del Renacimiento», con el resto de genios que han existido, es que él era un genio en todo lo que tocaba, no en vano el mismísimo Miguel Ángel, no tuvo más remedio que reconocer que
Leonardo, era «el genio entre los genios». La mente de Leonardo, no conocía límites, fue un visionario que se adelantó a su tiempo siglos, de hecho, hoy en día, Leonardo sigue por delante de nosotros. Solamente conocemos una infirma parte de su legado, pero suficiente para comprobar que nos encontramos con la obra cumbre de la naturaleza humana. Ya lo dijo su fiel ayudante Francesco Melzi, a su muerte, «que había muerto un hombre, el cual la naturaleza sería muy difícil que volviera a sacar». Y en verdad que ha sido así.