Segundas oportunidades
‘EL BAR QUE SE TRAGÓ A TODOS LOS ESPAÑOLES’
Texto y dirección: Alfredo Sanzol.
Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar. Iluminación: Pedro Yagüe. Música: Fernando Velázquez. Espacio sonoro: Sandra Vicente.
Caracterización: Chema Noci.
Movimiento escénico: Amaya Galeote.
Intérpretes: Francesco Carril, Elena González, Natalia Huarte, David Lorente, Nuria Mencía, Jesús Noguero, Albert Ribalta, Jimmy Roca y Camila Viyuela. Madrid, Teatro Valle-Inclán
Si alguien tuviera alguna duda de lo que debe ser un teatro nacional, puede acercarse estos días al Teatro Valle-Inclán para ver ‘El bar que se tragó a todos los españoles’, una obra escrita y dirigida por Alfredo Sanzol, director precisamente del Centro Dramático Nacional. Es, vaya por delante, una función espléndida, una fascinante pieza teatral con todos los ingredientes que se le deben exigir a una buena obra: es entretenida, divertida, nostálgica, tierna, amable, hiriente, reflexiva, interrogante, hermosa; está, además, magníficamente interpretada, inteligentemente dirigida, y posee un estupendo envoltorio.
Alfredo Sanzol es uno de los nombres imprescindibles de la dramaturgia contemporánea española, a la que se subió, como autor, hace ahora dos décadas. Posee inteligencia, sentido del humor, clarividencia y una prosa que mezcla con habilidad poesía, profundidad y cotidianeidad... y un componente que le otorga singularidad: la facilidad con la que convierte su memoria, su herencia, en historias capaces tanto de abrazar al público como de pellizcarle.
En ‘El bar que se tragó a todos los españoles’ –un título atractivo y sugerente– cuenta la historia de Jorge Arizmendi, que es en realidad el padre de Alfredo Sanzol: la historia de un sacerdote que en la España de los años sesenta decide colgar la sotana y comenzar, con treinta y tres años, una nueva vida. Con elementos reales –el viaje a Estados Unidos para buscar un horizonte distinto– y otros imaginados, Sanzol construye una pieza que se viste de comedia y de drama indistintamente, que a ratos es una ‘road-movie’ y en ocasiones un astracán; que divierte, araña y conmueve a partes iguales. Y que es además una función libérrima en su forma, en la que el autor –para quebradero de cabeza del director, que es él mismo– ha sembrado con cerca de medio centenar de personajes y ha mezclado códigos y géneros.
‘El bar que se tragó a todos los españoles’ es un homenaje a todos los que durante años guardaron silencio. No es –solo– una obra comprometida políticamente; es, ante todo, una obra fervorosamente compasiva: una carta de amor –y admirado reconocimiento– a quienes, como su padre, decidieron dejar atrás una