Jubilado y en familia: su vida tras la cárcel
La detención de Rodrigo Rato en 2015 dejó una imagen para la historia: los agentes introduciéndole en el coche con la mano en la nuca. Gesto serio del exvicepresidente del Gobierno. De aquello va a hacer seis años, y por medio han transcurrido una condena, su entrada en la cárcel, una absolución, su salida de prisión y un procesamiento.
El único caso que mantiene abierto es el relativo al origen de su patrimonio. Y es el que centra ahora buena parte de sus pensamientos. Su entorno más cercano señala que su futuro, ahora, es intentar demostrar su inocencia en este procedimiento. Le preocupa y le ocupa en primer, segundo y tercer plano. Pronto le tocará defenderse en un previsible juicio oral mediático, de nuevo, como el que más. Sin embargo, este caso no absorbe todas sus fuerzas. Las monopoliza, y a sus más de 70 primaveras ya pesan los años, pero ejercen de contrapeso las ganas por hacer vida normal. Su residencia actual está en Madrid, con su familia. Y su vida, más allá del caso judicial, son su mujer y sus tres hijos.
Desde que salió de la cárcel en octubre con el tercer grado, y tras obtener la libertad condicional hace pocas semanas, lleva una vida tranquila, sin excesos, y siempre rodeado de sus familiares y amigos más cercanos. Un día a día de jubilado, porque la realidad es que está jubilado. Y siendo muy consciente de los tiempos que vivimos con el Covid. Rato trata de ser un ciudadano más que cumple con las normas, ni más ni menos. Pero sabe que nada tiene que ver cumplir las limitaciones por la pandemia en prisión con hacerlo fuera. La libertad restringida no deja de ser libertad, y se respira mejor en la calle, pese a la mascarilla y tener que irse a casa a las 23.00 horas.
No quiere escuchar hablar de la vida profesional; ahora es tiempo de dedicarse al ámbito personal, tras décadas de ‘excesos’ laborales, de aquí para allá, y habiendo experimentado en carne propia lo que es dormir tras unos barrotes. No se desliga de la actualidad, un político muere político, aunque sea tras la barrera; de ahí que aún escriba algún que otro artículo de opinión en Prensa.
La libertad condicional ha sido su último paso importante hacia tratar de dejar atrás Soto del Real. Busca la normalización de su vida. Y el salto en su periplo judicial llegó en septiembre con la absolución del caso Bankia. Aun así, la espera ahora, de nuevo presumiblemente en el banquillo de los acusados, será larga y de resultado incierto.