Ni un mísero folleto para ‘celebrar’ las tres décadas de la destrucción del yacimiento arqueológico
DURANTE estos días, se cumple el trigésimo aniversario del descubrimiento del yacimiento arqueológico de Cercadilla y uno de los escándalos patrimoniales más intensos que se han vivido en una ciudad acostumbrada a sorprenderse por las cosas que da la tierra. A finales de febrero de 1991, aparecieron los primeros restos arqueológicos en lo que entonces se llamaba Red Arterial Ferroviaria: el soterramiento de la línea del tren que partía en dos la ciudad. Con la obra adjudicada a Dragados por unos siete mil millones de pesetas, afloró uno de los yacimientos arqueológicos más relevantes que se han encontrado en etapas recientes en Córdoba con la bola extra del palacio de Maximiano Hercúleo, construido a finales del siglo III después de Cristo. usted me habla para la oficialidad treinta años después teniendo en cuenta que las obras del ferrocarril se llevaron por delante buena parte de la superficie excavada.
Como bien recordarán los «boomers» presentes en la sala, el Ministerio de Transportes, la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Córdoba habían firmado en 1989 el acuerdo definitivo para la creación de un nuevo trazado ferroviario a su paso por la capital. El Gobierno de Felipe González tenía toda la prisa del mundo ya que existía una fecha marcada en el calendario: la inauguración de la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Para ese momento, tenía que estar en funcionamiento el tren de Alta Velocidad, un símbolo de la modernización del país pilotada por los sucesivos gobiernos del PSOE.
El yacimiento de Cercadilla se encontraba en el peor lugar posible. Justo en el punto donde se tenía que construir una modernísima nueva estación y con escaso margen de maniobra. Los estudios de comisiones internacionales, las protestas de los profesionales del mundo de la arqueología y las demandas de organizaciones conservacionistas sirvieron de bien poco porque se rechazaron todas las propuestas de traslado del nuevo proyecto ferroviario. Se sacó lo que se pudo sacar y se reubicó algún elemento como la gran cisterna que servía para abastecer el palacio que ahora se encuentra junto a la sede de la RTVA en la glorieta del Conde de Guadalhorce, en la antigua estación de Renfe. El resto se destruyó. Con el tiempo, es divertido ver que algunas personas que estuvieron en esa decisión formaron parte de posteriores campañas contra la creación de edificios más altos de la cuenta. Las vigas siempre en el ojo del califa ajeno. La campaña de la oficialidad de la época contra la investigación arqueológica fue tan disparatada como soez.
Los que llevamos años informando de las cosas de Córdoba ya ponemos media sonrisa cada vez que nos explican que esta vez es la definitiva. El bueno de David Luque quiso dejar el asunto atado como concejal de Cultura cuando impulsó unas actuaciones para hacer visitable el yacimiento de Cercadilla en 2018. Agua. Previamente, se realizaron algunos intentos por explicarle a las personas interesadas —que alguna habrá— qué es lo que había en aquel centro de poder que fue, a su vez, puente de mando de los primeros cristianos institucionalmente organizados. Ninguno perserveró y Cercadilla es, como Ategua, ese quiero y no puedo de los que tanto pecho sacan por la historia bimilenaria y eterna de Córdoba.
«Ninguno de los intentos por explicar y ampliar la zona conservada ha fructificado por falta de interés»