Subasta de sus joyas
persores, montó su primera firma financiera, un chiringuito para cobrar comisiones por la compraventa de activos de compañías que no cotizaban en los grandes mercados bursátiles.
Con una mentalidad visionaria de la tecnología, impulsó su firma en la década de los setenta y ochenta hasta convertirse en un financiero de prestigio. No está claro cuándo desdobló su actividad para montar el fraude piramidal. Según los investigadores, se remontó al menos hasta el comienzo de la década de 1990. Madoff no discriminó en el timo. Aceptó primero dinero de familiares, vecinos, empleados, miembros de su club deportivo. Su éxito y su rentabilidad le convirtió en un gestor deseado. Todo el mundo quería darle su dinero. La pirámide creció hasta gestionar grande sumas de multimillonarios, de colectivos de pequeños inversores –como fondos de jubilados en Florida– o fundaciones y organizaciones caritativas que vieron sus ahorros esfumados.
Madoff arruinó a ricos y a pobres. Desde famosos como el director Steven Spielberg o el actor Kevin Bacon, a gente como común con Miriam Siegman, una jubilada que testificó en su juicio y que aseguró que las pérdidas le obligaran a subsistir con vales de comida y escarbando en la basura.
Cuando se descubrió el pastel, Madoff se convirtió de forma automática en un paria, en la encarnación del mal. La beligerancia contra el estafador quizá se debía también a que puso a parte de la sociedad contra su espejo. Nadie le cuestionó mientras les regaba de dinero, aunque fuera ficticio. El episodio fue una humillación para los reguladores, acostumbrados a alternar con Madoff, a quien consideraban una voz de prestigio en Wall Street. También para entidades como JPMorgan Chase, donde el inversor tenía sus cuentas personales, desde las que recogía y mandaba el dinero de su supuesto ‘hedge fund’. ¿Nadie vio nada?
Muere Madoff
«Ceguera deliberada»
El propio Madoff respondió a eso desde la cárcel, en una entrevista con ‘The New York Times’ en 2011, en la que acusó a las entidades de Wall Street de «ceguera deliberada». «Lo tenían que saber», dijo entonces. «Pero su actitud era como ‘si estás haciendo algo mal, no lo queremos saber’».
Hizo mal, y mucho. Y a muchos. Con la presencia de inversores institucionales y bancos entre sus clientes, las pérdidas se extendieron a decenas de miles de personas por todo el mundo. Las autoridades han recuperado buena parte de más de 17.000 millones de dólares perdidos, pero muy lejos de las supuestas ganancias. Dos de los arruinados se suicidaron. La tragedia
El Rólex de Madoff, un modelo fabricado para prisioneros del bando aliado