EE.UU. coordina con la OTAN salir de Afganistán para el próximo 11-S
▶Biden anuncia su decisión de poner fin a la «guerra más larga» de EE.UU., pese a los riesgos de que la retirada dé alas al yihadismo mundial
La presencia de dos miembros del Gobierno norteamericano en Bruselas es un hecho extraordinario. Que uno de ellos, el secretario de Estado, Antony Blinken, haya visitado la sede de la OTAN por segunda vez en menos de un mes es aún más sorprendente e ilustra además con rotundidad la trascendencia del anuncio formal hecho ayer de que la retirada de las últimas tropas de Agfanistán después de dos décadas de presencia militar en aquel remoto país, se completará el 11 de septiembre, aniversario del atentado por el que esta operación comenzó hace dos décadas.
Tanto Blinken como su colega responsable del departamento de Defensa, Lloyd Austin, como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltemberg, comparecieron en una rueda de prensa, la primera en modo presencial desde que empezó la pandemia, para tratar de justificar esta decisión de la que ninguno ignoraba que tendrá consecuencias probablemente terribles para los propios afganos y quien sabe si para todo el conglomerado del terrorismo islámico mundial. Lo único que ha quedado claro es que la decisión final ha sido tomada por el nuevo presidente norteamericano Joe Biden que alega a su vez los condicionantes heredados de la anterior Administración, y que los aliados la han aceptado de buena o mala manera, porque cualquier otra opción tenía consecuencias tal vez peores.
Después de esta reunión extraordinaria del Consejo del Atlántico Norte con la participación por teleconferencia de los ministros de Defensa y Exteriores de los demás países aliados, se aprobó una declaración en la que se indica que puesto que «no existe una solución militar para los desafíos que enfrenta Afganistán, los Aliados han determinado que comenzaremos la retirada de las fuerzas de la Misión de la OTAN el 1 de mayo. Esta reducción será ordenada, coordinada y deliberada. Planeamos completar la retirada de todas las fuerzas de la Misión de ‘Resolute Support’ de la OTAN y las de Estados Unidos. En unos meses. Cualquier ataque de los talibanes a las tropas aliadas durante esta retirada se encontrará con una respuesta contundente. La conclusión de la Misión de la OTAN tiene lugar en el contexto de un apoyo renovado regional e internacional para el progreso político hacia la paz. Continuaremos apoyando el proceso de paz en curso bajo dirección afgana. Acogemos con beneplácito la Conferencia de Estambul como una oportunidad para hacer avanzar el proceso de paz y reforzar los progresos realizados en Doha. Hacemos una llamada al gobierno afgano y a los talibanes para que se adhieran a sus compromisos con el proceso de paz iniciado por el acuerdo entre Estados Unidos y los talibanes y la Declaración Conjunta entre Estados Unidos y Afganistán».
Las opciones
En la rueda de prensa ninguno de los responsables norteamericanos ni el secretario general de la OTAN aceptaron asumir las consecuencias que esta decisión va a tener para los miles de afganos que han colaborado con las tropas aliadas y que pueden convertirse en refugiados llamando a la puerta de Europa. «Que retiremos nuestras fuerzas no significa que dejemos Afganistán, seguiremos apoyando el desarrollo de los afganosy a las fuerzas de seguridad afgana para ayudar a superar los desafíos que los afganos teinen que afrontar» dijo Austin. Por su parte, Stoltemberg reconoció que la OTAN se enfrentaba a un dilema puesto que «la alternativa a marcharse era prepararse para una misión indefinida, cuando los afganos tienen derecho a construir la paz por si mismos» y prometió que «seguiremos apoyando los esfuerzos para mantener la paz en Afganistán. Segui
manos de los talibanes, que no cultan sus intenciones de aprovechar la retirada de las tropas aliadas para completar sus objetivos de reinstaurar el régimen teocrático y tiránico. Según el secretario de Eestado Blinken, la decisión de empezar la retirada el 1 de mayo ha sido «una consecuencia inevitable de la herencia que ha recibido: un acuerdo de Estados Unidos con los talibanes, una presencia miliar insignificante sobre el terreno y el compromiso de retirarse el 1 de mayo». Ahora, «los talibanes tienen que elegir. Dicen que quieren el reconocimiento internacional y el apoyo como parte del gobierno afgano y cosas como la liberación de prisioneros y esto va a depender de los siguientes pasos que van a dar. Al final, los afganos serán los afganos los que tendrán que decidir sobre su futuro».
Lloyd se justificó también diciendo «Queremos abrir un nuevo capítulo en nuestras relaciones con Afganistán» que la retirada de Afganistán permitirá a todos los aliados concentrarse en prevenir y disuadir otras posibles amenazas entre las que citó expresamente a China y a Rusia. Y aún, en el tema afgano los representantes norteamericanos reconocieron que tienen «intereses cruzados» con estos dos países y con otros.
A una sola carta
Al menos desde el punto de vista formal, este paso tan comprometido se ha dado dentro del espíritu de cooperación que se presupone entre aliados: «La OTAN reunió una de las coaliciones más grandes de la historia para servir en Afganistán. Nuestras tropas fueron juntas a Afganistán, nos hemos adaptado juntos y ahora nos vamos juntos. Agradecemos a todos los que participaron en esta misión y la apoyaron, incluidas las fuerzas de seguridad del Afganistán. Honramos los sacrificios de aquellos que pagaron el precio más alto por su servicio». La realidad es que si Estados Unidos decidía abandonar por su cuenta Afganistán, la presencia de los demás países hubiera sido imposible. n política internacional, como dice Richard Haass, el mundo de hoy en día sigue enfrentándose a las consecuencias de las decisiones tomadas al final de la Segunda Guerra Mundial. A partir de 1945 empezó a resultar evidente la amenaza planteada por la Unión Soviética sin intención alguna de retirar sus tropas de todos los países de la Europa del Este liberados por el Ejército Rojo. Además de ese totalitario colchón estratégico acotado por el telón de acero –expresión acuñada hace justo 75 años por Winston Churchill– el Kremlin también estaba empeñado en extender la injerencia comunista por el resto del Viejo Continente.
La respuesta ante ese gran problema de seguridad fue la creación de la OTAN, como extensión de los vínculos militares forjadas a ambos lados del Atlántico durante las dos guerras mundiales. Con el acierto de integrar a Alemania Occidental como un seguro contra el resurgir del inveterado nacionalismo germano. La idea era mantener a los ‘ruskies’ fuera, a los gringos dentro y a los germanos bajo control.
En el brillante Tratado de Washington, firmado en la capital federal el 4 de abril de 1949, se consagró el principio de defensa colectiva como el gran pilar de la Alianza Atlántica. Según el famoso Artículo 5, un ataque contra un aliado es considerado como un ataque contra todos los aliados. Compromiso invocado por primera vez en la historia de la OTAN por Estados Unidos tras la ofensiva terrorista del 11-S.
En la sacrificada misión de Afganistán, la OTAN ha mantenido ese principio solidario bajo el mantra ‘in & out together’. Y ahora que Joe Biden ha decidido no traspasar la «guerra más larga» a un quinto presidente de Estados Unidos, toca organizar con los aliados una salida segura, premeditada y coordinada de los 9.600 efectivos de la Alianza mantiene desplegados en territorio afgano desde el 2002. Una misión en la que por decisiones tomadas hace muchísimo tiempo han sacrificado sus vidas cien militares españoles, dos policías nacionales y dos intérpretes nacionalizados.