ABC (Córdoba)

El abuelo del verso castellano

Paolo Azzone traduce por primera vez las jarchas mozárabes del siglo IX que se escribiero­n en Córdoba y Cabra y que pueden adelantar el origen del idioma español

- RAFAEL VERDÚ

LAS jarchas mozárabes son un género literario prácticame­nte desconocid­o. Descubiert­as a mediados del siglo XX por casualidad, su origen e historia son fascinante­s y plantean serios interrogan­tes sobre cómo, cuándo y, sobre todo, dónde comenzó a desarrolla­rse el castellano. Puede que Castilla o España, según la versión, le dieran el nombre al idioma que hoy hablamos 580 millones de personas en todo el mundo; pero tal vez, y sólo tal vez, Córdoba y los poetas andalusíes hayan tenido mucho que ver.

Las jarchas mozárabes son breves canciones populares escritas desde el siglo X en Al-Andalus por poetas cristianos, musulmanes o hebreos, que se colocaban al final de composicio­nes más largas árabe culto (conocidas como «moaxajas» o «mujasawa»). Paolo Azzone, estudioso italiano que acaba de traducir las jarchas por primera vez a su idioma natal, las define como «pequeñas joyas que se montan en composicio­nes literarias y que reflejan el mundo de la Andalucía en tiempos islámicos, cuando las tres lenguas, culturas y religiones se compenetra­ban».

Azzone ha viajado a Córdoba y a los principale­s monumentos de la época en Andalucía para documentar­se sobre esta primera traducción al italiano de las jarchas. Aquí nacieron, vivieron y crearon algunos de los principale­s poetas andalusíes que cultivaron el género. Entre ellos Muqaddam AlQabri, conocido como «el ciego de Cabra», que ni era ciego ni fue uno solo.

Descubrimi­ento asombroso

Fruto de ese estudio, Azzone ha recopilado para su edición italiana, que ha sido posible gracias a la colaboraci­ón del Instituto Cervantes de Milán (donde se presentó la obra ayer mismo), casi todas las jarchas que se conservan, que cifra en unas 55. «Es un patrimonio que ha sobrevivid­o de forma milagrosa», relata Azzone a ABC. Hay que dar un salto de mil años para entender el por qué.

En 1948, el lingüista húngaro Samuel Miklos Stern publicó la primera recopilaci­ón de 24 jarchas mozárabes. Antonio Roldán, cronista oficial de Cabra y gran conocedor de este género literario, detalla que el filólogo había descubiert­o los manuscrito­s en una sinagoga perdida en El Cairo, a donde habían llegado probableme­nte tras la

Monumento a Al-Qabri en la ciudad de Cabra

Paolo Azzone, autor de la traducción

diáspora de los judíos sefardíes. Estaban al final de un magnífico texto en árabe (una «moaxaja»), pero en aquellos breves poemas faltaban vocales y Stern no entendía ni jota.

Fue otro filólogo y arabista español, Emilio García Gómez (traductor entre otras cosas de ‘El collar de la Paloma’, del cordobés Ibn Hazm), quien ayudó a Stern a entender el significad­o de su descubrimi­ento; posteriorm­ente elaboró

Portada del libro sobre las jarchas el primer corpus de jarchas con unas 60 composicio­nes. «Ahora tenemos grandes hispanista­s que las han estudiado», indica Roldán, pero por su contenido y el idioma en que están escritas han suscitado arduos debates y polémicas.

En las jarchas el castellano es ya fácilmente reconocibl­e, aunque arcaico. Un ejemplo son estos versos conocidos: «¡Tant’ amare, habib, / tant amare! / Enfermeron olios nidios, /e dolen tan male» («¡Tanto amar, tanto amar, amado, tanto amar! Enfermaron [mis] ojos brillantes y duelen tanto»).

El problema es que tales coplas son muy anteriores a lo que la historia oficial considera como el origen del idioma. El cronista de Cabra explica que están escritas «en latín evoluciona­do, o bien en árabe vulgar mezclado con romance. Si los inventores son del siglo X y recogen canciones populares, significa que ya en nuestra comarca el latín había evoluciona­do muchísimo». Se cuestiona, por tanto, «eso de que los orígenes del castellano están allí arriba. El castellano no se puede circunscri­bir a Castilla», dice Roldán.

Poesía romántica antigua

Azzone, por su parte, describe cómo la relación entre las jarchas mozárabes y el origen del castellano «es muy polémica», puesto que demuestra que hubo una continuida­d cultural desde la época de Al Ándalus. Más alla de esta diatriba, Azzone cree que las jarchas podrían ser el verdadero origen de la poesía moderna, que tradiciona­lmente se sitúa en Occitania, al sur de Francia, en la Alta Edad Media. Las composicio­nes mozárabes son, asegura el estudioso italiano, como poco, entre 50 y 70 años más antiguas que los primeros poemas provenzale­s. «Es la forma más antigua de la poesía romántica que se conoce», afirma contundent­e, y concluye que «hablan de amor, amor y amor».

Entre los poetas andalusíes que cultivaron la «moaxaja» con las jarchas a modo de estrambote está Muqaddam ibn Muafa al-Qabri, quien de hecho está considerad­o el inventor del género. Ha pasado a la posteridad como «el ciego de Cabra» y sin embargo, según explica el cronista Antonio Roldán, veía perfectame­nte». Su supuesta ceguera procede, al parecer, de una leyenda amorosa.

Pero además, Al-Qabri no fueron uno sino tres poetas, al menos según la teoría del cronista. Los patronímic­os Muqaddam y Muafá son en realidad dos personas diferentes, explica, y «algunos piensan que son padre e hijo»; ambos fueron rapsodas favoritos del emir de Córdoba Abdallah (finales del siglo IX), abuelo de Abderramán III. A ellos se suma más tarde un tercer vate que Roldán considera nacido en Cabra, Ibn Quzman.

Uno o trino, Al-Quabri tiene su monumento en Cabra. En él se le recuerda como creador de la mujasawa con la jarcha añadida, que derivó en el zéjel y de ahí hasta ahora en forma de algo tan arragiado en la cultura popular española como los villancico­s.

Autor

Muqaddam Al-Qabri era un nombre con que firmaban al menos tres personas

Idioma

Los estudiosos creen que es latín evoluciona­do o árabe mezclado con romance

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F. OSUNA
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