ABC (Córdoba)

Pedro Biden

La impudicia para anunciar un éxito sobre cadáveres es la última moda progresist­a

- ALBERTO GARCÍA REYES

IDEN repelió a Pedro Sánchez porque es clavado a él. No pueden llevarse bien dos narcisos en un mismo pasillo. El presidente de los Estados Unidos es una humareda universal y el de España es humillo local, pero los dos están compuestos de la misma rebañadura política. Son infalibles. El ridículo de Afganistán es para Biden un «éxito extraordin­ario» después de la retirada de las tropas, con repliegue de ataúdes incluido, en favor de las tribus indígenas que han conocido el kalashniko­v antes que el agua potable. Es incapaz de admitir el escarnio y, además, le sobra impudicia para anunciar una victoria allí donde todavía está fresca la sangre de sus soldados. Biden tiene el fenotipo puro del buenismo huero. Es la sumidad de la clase política contemporá­nea. Cuidado con esa pandemia.

Ayer Pedro Sánchez, que atufó de coba como un vendedor de pañuelos al tótem de la progresía, también se echó incienso sin rubor para inaugurar el curso político. Cada vez que escucho al presidente en una exaltación de su yoidad mientras le abanican sus corifeos me acuerdo de aquella sentencia de Paco Toronjo: «to el que dice ‘yo soy’ es porque no tiene quien le diga ‘tú eres’». Lo de Sánchez es un recital de onanismo. La factura de la luz es culpa de Aznar, de Franco y de Don Pelayo, las vacunas las ha descubiert­o y las ha puesto él y, atentos al tirabuzón, el Gobierno «tiene la voluntad de subir el Salario Mínimo Interprofe­sional». ¡La voluntad! Sobre los cadáveres opacos del Covid, lluvia de voluntades incorpórea­s. Magia potagia. Es idéntico a Biden. Ambos celebran sus triunfos en los cementerio­s.

La política moderna ya no consiste en intentar mejorar el mundo, sino la percepción que tenemos de él. Por eso la voluntad, mejor dicho, el anuncio de una voluntad, equivale a un hecho consumado. Porque todos los compromiso­s son etéreos, relativos e intangible­s y siempre se le puede colocar el incumplimi­ento a los Reyes Católicos o al emperador Trajano. Beneficios de la memoria histórica. Y de la globalizac­ión. Pedro Sánchez se cree tan importante como Biden y hay que reconocer que al menos en vanidad e impostura está a su altura. No le escatimemo­s el mérito.

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