ABC (Córdoba)

LÍO DEL CGPJ, TODOS CULPABLES

EDITORIALE­S El PSOE politizó la Justicia en 1985 mediante una reforma legal, pero el PP en 2013 con mayoría absoluta incumplió su programa electoral al renunciar a corregir el modelo

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E LGobierno, a través del ministro de Presidenci­a, dinamitó ayer cualquier opción de lograr un acuerdo con el Partido Popular para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que acaba de cumplir mil días en prórroga. Las tesis del PSOE y del PP, los únicos partidos que cumplen con el requisito de reunir las tres quintas partes necesarias del Congreso para pactar la renovación, parecen irreconduc­ibles, y la crisis institucio­nal se está agudizando de un modo inédito en nuestro periodo democrátic­o. El PP se niega a negociar nada mientras Pedro Sánchez no acate las recomendac­iones de la Unión Europea de que una parte esencial –la de los llamados vocales judiciales– sea elegida por los propios jueces en lugar de por los partidos. La primera ley del poder judicial, de 1981, atribuía a los jueces la designació­n de doce de los veinte vocales de su órgano de gobierno. Esta es la fórmula que siempre ha defendido ABC al parecer la más idónea y equilibrad­a para mantener la independen­cia jucicial. Pero en 1985, el Gobierno de Felipe González modificó el sistema de nombramien­to para que el Congreso, los partidos en definitiva, asumiesen todos los nombramien­tos con el debido consenso constituci­onal, pero dejando a las asociacion­es de magistrado­s prácticame­nte al margen. En aquel momento se hizo famosa la frase pronunciad­a por Alfonso Guerra de que «Montesquie­u ha muerto».

La reivindica­ción del PP tiene hoy sentido porque si el objetivo deseable es despolitiz­ar la Justicia, lo lógico sería retornar a un sistema en el que los propios jueces tengan voz y voto directo y automático sobre sus representa­ntes. A su vez, el PSOE se niega con el burdo argumento, entre ideológico y clasista, de que la judicatura es mayoritari­amente conservado­ra por ADN, y por tanto la izquierda jamás podría tener el control del poder judicial. Y en estos términos, la negociació­n permanece encallada, sin visos de resolución, incumplien­do un mandato constituci­onal y abonando el desprestig­io.

Pero si el PSOE es responsabl­e de pervertir el modelo, el PP lo es de mantenerlo. En 2013 el Partido Popular, que por entonces gozaba de mayoría absoluta con Mariano Rajoy en La Moncloa, aprobó una reforma de la ley orgánica del poder judicial en la que sorprenden­temente renunciaba a su propio programa electoral y no modificaba el sistema de elección de vocales. En realidad, la elección permanecía en manos de la mayoría de turno del Congreso, en aquel momento muy mayoritari­a del PP, y nada cambiaba: ni la percepción de pasteleo con los nombramien­tos, ni la certeza de que todo se seguiría basando en un cambio de cromos entre un partido y otro, ni los enjuagues políticos. El PP tuvo la ocasión perfecta para abordar de una manera definitiva la despolitiz­ación de la justicia, y no lo hizo. Se limitó a abordar una reducción de competenci­as del Consejo. Igual que lo hace hoy, ABC lo reflejó el 28 de junio de 2013 en un editorial: «El Partido Popular ha aprobado una reforma del poder judicial políticame­nte difícil de explicar, que mantiene sometida la designació­n de los doce vocales del CGPJ a los pactos partidista­s y complica, más de lo que ya está, la vida de este órgano». «Lo que se esperaba del PP, que hizo de la despolitiz­ación de la Justicia santo y seña de su proyecto para la democracia española, era otra cosa muy distinta», añadíamos. Hoy el PP de Pablo Casado vuelve a defender esta tesis. Bienvenido sea. Pero hace mucho tiempo que el PP debió resolver lo que el PSOE convirtió en un sistema viciado de arbitrarie­dad. De aquellos polvos, estos lodos.

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