ABC (Córdoba)

Amoldarse a la muerte

La pandemia nos ha obligado a acompasar nuestra vida al capricho de la guadaña

- LENTE DE AUMENTO AGUSTÍN PERY

ERA pillo, mal estudiante, irónico y el mayor pasota que he conocido jamás. En clase de matemática­s, miraba hacia su pupitre esperando si por mera observació­n animal aprendía alguna técnica gestual de cómo tocar el arpa pero que parezca que atiendes. Suponía que así, si imitaba su maña, lograría que el Medina se apiadara de mí y me pusiera un cinco raspado y no el 1,5 habitual. Ni lo uno, ni lo otro. Aquel chaval no disimulaba que le importaba la hipotenusa al cuadrado lo mismo que a mí la cría del calamar en el periodo asirio. Pero lo que de verdad le hacía único era su nombre, Edgardo, y la procedenci­a, Nicaragua, que en los ochenta estaba tan lejos de España como Nueva Zelanda y le daba un puntito exótico.

Edgardo y yo nos contábamos nuestras hazañas bélicas del fin de semana y exagerábam­os como lazarillos las amatorias. «Pues en mi país la riña de discoteca te hubiera costado la vida». Así, de sopetón, me soltó que por dirimir mis diferencia­s de gallito con dos empujones y cuatro puñetazos mal dados en su Managua natal me habrían pegado una puñalada o un tiro. Me pareció una exageració­n, pero lo remató con algo que hoy justifica esta columna. «Pery, allí estamos amoldados a la muerte».

No acostumbra­do, no, dijo «amoldados», como si la vida de uno se acoplara al capricho de la guadaña. Ahora que cada día recibo en el móvil la alerta de ABC con el parte de contagios, incidencia y fallecimie­ntos me sorprendo, y lamento, que celebre un número «razonable» de decesos por Covid. Pues no, no puede ser que me amolde a la muerte, que acompase sus tiempos desbordado­s por la pandemia, que la glotonería de la parca me parezca llevadera si se mantiene en unas cifras racionales. Que se lo digan a las familias de las víctimas, las de entonces y las de ahora. Para ellos todas las disculpas de quien cree que Edgardo tenía razón, puede que nunca nos acostumbre­mos a la muerte pero nos va tocando amoldar nuestras vidas a esta mierda, decidir si lucharemos por recuperar la normalidad con todas sus consecuenc­ias, sin adjetivos. Esa que teníamos cuando éramos inmortales y no caímos en que la vida sólo es el tránsito hacia la muerte.

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