La cabra tira al monte
Perfilan los talibanes el que será su primer Gobierno en el que, para desconsuelo de los ingenuos que aún observan algún brote verde de moderación, ya han anunciado que es improbable que haya mujeres. Tienen razón los pesimistas (ya saben, optimistas bien informados) en no esperar ningún gesto que haga sospechar que la sesera de los talibanes ha dejado de habitar en la baja Edad Media. La cabra tirará al monte y la realidad arrollará cualquier versión alternativa. Igual que está destrozando la estrategia de Biden para detener las críticas a su calamitosa gestión. Venimos de la perplejidad al escuchar «el extraordinario éxito» de la operación, con trece ataúdes con la bandera de EE.UU. en el avión y cientos de miles de colaboradores dejados atrás. Ahora se ha conocido que a finales de julio trataba de convencer al presidente afgano, Ashraf Ghani, de que no fuera pesimista, «que tiene usted 300.000 hombres bien armados que lucharán bien», «su Gobierno no solo sobrevivirá sino que se mantendrá y hasta crecerá». A los quince días Ghani salía del país.
París no tuvo un equipo de fútbol digno de la capital de un gran país en los primeros setenta años del siglo XX. Tras cuarenta de cambios de propietarios nacionales, escándalos y desastres, no solo financieros, una potencia musulmana, sospechosa de financiar grupúsculos islamistas, acusada de coquetear con el terrorismo –Catar–, ofreció a la capital francesa los millonarios recursos financieros que permitieron convertir al Paris Saint-Germain Football Club (PSG) en una gran estrella en el firmamento deportivo mundial.
El primer antepasado del PSG era y sigue siendo un modesto equipo
tancias que siguen enfrentando a la dirección del club y sus historiadores, disputándose el día y la hora de la fuente bautismal, para instalarse definitivamente en primera división la temporada de 1970-71. Comenzaba una epopeya sembrada de espinos, escándalos, catástrofes económicas y los más grandes triunfos de la historia del fútbol francés. Un solo nombre encarna el gran cambio, la gran metamorfosis, las catástrofes y escándalos que vendrían: Daniel Hechter, modisto, diseñador de ‘sportwear’, diseñador del logo y camisetas originales del PSG, hijo de inmigrantes judíos, creador de una modesta, en principio, cadena de ropa deportiva y de prêt-à-porter.
Al frente del PSG, entre 1973 y 1978, Hechter introdujo en su gestión los primeros métodos modernos, con mucho aparato publicitario. Él consiguió, al mismo tiempo, que Brigitte Bardot vistiera su ropa deportiva, y enroló en su equipo oficioso a personalidades influyentes del mundo del espectáculo, como Jean-Paul Belmondo.
Hombre de mucho mundo y muchas mujeres, oficiales y oficiosas, Hechter oscilaba entre las tentaciones de grandeza futbolística, empresarial, y los recursos financieros, finalmente más limitados. Cuando el mercado internacional comenzó a crecer de manera vertiginosa, el PSG de Hechter se encontró cogido en una trampa. El equipo comenzaba a endeudarse y los jugadores pedían primas. La dirección del PSG tuvo una idea original: tener dos taquillas… la taquilla oficial y una taquilla de oscura contabilidad, con la que se pagaban primas a los jugadores.
La originalidad contable no duró mucho. Y Hechter se vio forzado a dimitir, acusado de ser organizador de las dos taquillas, de dudosa legalidad. Su herencia deportiva fue decisiva. El PSG había comenzado a ganar títulos. Al frente de la dirección del equipo fue nombrado un amigo y gran directivo, Francis Borelli,
un modelo canónico de la nueva Francia multicultural: hijo de inmigrantes tunecinos, educado en los suburbios, crecido en una pasión devoradora por el fútbol. Entre 1978 y 1991, Borelli fue el hombre que dio al PSG grandes títulos de gloria deportiva, intentando escapar a las garras de poderosas empresas que aspiraban a apoderarse de su club.
Borelli resistió a las sirenas de Matra, la gran empresa constructora de armas. Pero no pudo o no supo evitar una deuda que comenzó a crecer en decenas de millones de euros, a un ritmo peligroso.
Inquieto por la degradación vertiginosa de las
finanzas del gran equipo de la capital, Jacques Chirac, alcalde de París, futuro jefe de Estado, decidió intervenir personalmente, alentando la búsqueda de nuevos inversores. La complicidad de Chirac con François Mitterrand, presidente socialista, en este terreno, favoreció la entrada de Canal Plus en el capital del PSG, como accionista muy mayoritario.
Los años dorados
Mitterrand había apoyado la creación de Canal Plus, como cadena de televisión de pago, favorable a su presidencia socialista. La sucursal española nació de ese impulso, contando con la complicidad de Jorge Semprún, escritor y exministro de Cultura de Felipe González.
Canal Plus tenía dos fuentes de financiación básicas: el porno y el fútbol de pago. A cambio, ofrecía al PSG una ventana de lujo… una publicidad
Catar y el auge del PSG