ABC (Córdoba)

‘Rocky’ Rey golpea en el ‘ring’ de mansos

▶ Se alza triunfador en su encuentro con Aguado antes de la goyesca de Ronda y sale a hombros con Emilio de Justo

- ROSARIO PÉREZ

«¡Rocky, Rocky!», coreaban en el tendido alto. No era Balboa, sino otro luchador para el que tampoco existe la frase «no puedes». Todo es posible con la artillería de una primera figura como Andrés Roca Rey. El peruano se veía las caras ayer con Pablo Aguado antes de su duelo de mañana en la goyesca de Ronda y no se dejó ganar la pelea en la mansa corrida de Zalduendo. Cierto es que al menos Roca tuvo un toro de más aparente juego. Y pura ambición fue.

Las retinas no se separaban de su capote desde el mixto de chicuelina­s y tafalleras, de tremenda firmeza. Brindó al público y se plantó de rodillas junto al 2. Escarbaba ‘Titulado’, remiso a acudir. Hasta que lo cosió en media docena de muletazos en un explosivo comienzo. Repetía y se desplazaba el noble zalduendo, con el que trazó mandonas y ovacionada­s rondas diestras. Inteligent­e, lo oxigenó después de bajarle la mano. Brilló la luz de un natural antes de unas luquecinas de temple y ajuste, abrochadas con un soberano pase de pecho. La efectivida­d de la estocada, algo desprendid­a, desató la pañolada y los gritos de «¡Rocky, Rocky!». El puñetazo sobre el ‘cuadriláte­ro’ desembocó en las dos orejas.

Codiciaba más el limeño. Y así se atisbó desde el galleo con el capote a la espalda. Tras un tercio de cuadrilla desmontera­da, se atornilló por alto. Se elevaba su figura como el Cristo de Otero, y le ofrecía su cuerpo de frente y por detrás. Ni el aire cabía en las espaldinas, con los tendidos conteniend­o la respiració­n. Demasiado pronto se rajó ‘Amparador’, con Roca robándole muletazos a un manso de encicloped­ia. ¿Dónde estaba la bravura de Zalduendo? Sin noticias de ella, el Jaguar del Perú se metió en esas cercanías en las que los toreros se alejan de la vida y desafían a la muerte. «¡Rooocky, Rooocky!», sonó otra vez en el día de San Antolín. Exprimió un último pase mirando al público, que ondeó sus pañuelos blancos mientras rulaba la bota de vino. Otro trofeo arrancó.

El susto de la tarde

Roca se marchó a hombros con Emilio de Justo. Traían sus lances aroma a Ordóñez. Rodilla en tierra, roció de torería la arena. Desde el tercio hasta los medios, donde el animal pareció lesionarse la pata derecha. Tras los «¡fuera ese inválido», un «¡ay!» se adueñó del graderío: a merced del toro quedó Pablo Aguado al hacer el quite a Morenito de Arlés. Todo quedó en un susto...

Roca Rey, en el inicio de un pase de pecho al segundo toro de Zalduendo

Emilio de Justo, en un derechazo

Y llegó la hora de la soledad de torero y toro, que se recuperó y sirvió a su modo. Con inteligenc­ia, De Justo enseñoreó una parsimonia absoluta, mostrando las telas con pureza. Si sobre la diestra le abrió los caminos a media altura, por el izquierdo se entretuvo en naturales con su aquel, aunque la limpieza total era imposible por la condición de ‘Zamboyano’. Entre las elegantes tandas, resplandec­ían bajo el cielo panza de burra los pases de pecho. Qué gozada: extensos como la eslora de un navío, hondos como el calado de un buque. La fiesta continuó con manoletina­s, engarzadas a un torerísimo remate al hilo de las tablas, las mismas que recorrió feliz con la oreja que inauguraba el marcador.

Apenas en dos verónicas le permitió estirarse el cuarto, con la lengua por fuera tras el puyazo. Lo brindó Emilio y, sin contemplac­iones, se puso a torear. En el platillo citó a estribor y se sumergió en la rebrincada embestida. Todavía más punteaba a babor, que por ahí no colocaba la cara ni por error. Mejor embroque enseñó en el regreso al otro lado, dentro de su corto viaje, cada vez más apagado. Pero el de Torrejonci­lllo quería lucir su naturalida­d y se recreó en unos derechazos sin espada, la misma que enterró hasta la empuñadura luego. Se ganó otra oreja.

Como una exhalación salió el tercero, que se lastimó nada más llegar a las rayas. Con los pechos abiertos, no podía ni ponerse en pie y tuvo que ser apuntillad­o. Hora y cuarto después del paseíllo –las corridas se han convertido en el espectácul­o más lento del mundo–,

FERIA DE PALENCIA

PLAZA DE TOROS DE CAMPOS GÓTICOS. Jueves, 2 de septiembre de 2021. Primera corrida. Tres cuartos largos dentro del aforo permitido. Toros de Zalduendo, justos de raza, mansotes.

de tabaco y oro. Media estocada (oreja). En el cuarto, espadazo trasero y tendido (oreja).

de pizarra y oro. Estocada desprendid­a (dos orejas). En el quinto, estocada corta caída (oreja).

de esmeralda y oro. Tres pinchazos y otro hondo (silencio). En el sexto, estocada (oreja). asomaba el sobrero, de feas hechuras, como feo fue su juego en varas, con el estribo por las nubes. No le agradó ni a los hombres de plata ni al de oro. Aun así, el sevillano hizo un esfuerzo por esbozar medios pases. Demasiado tiempo anduvo delante del remiendo, con el personal pidiendo hace rato que lo mandara al purgatorio de los mansos. Su trabajito le costó, con el animal subiendo la gaita. Ni por equivocaci­ón humilló.

Huía de su sombra

Iván García se desmonteró una tarde más en el sexto, que parecía tener mayor brío. Aguado brindó y se lo sacó a los medios. El silencio se hizo entonces. Y en la anochecida callada nació la verticalid­ad, tan bella y tan ausente. Torerament­e compuso su obra. De frente, Pablo le regalaba el pecho mientras ‘Notario’ huía hasta de su sombra. Se anotó un premio antes de que sus compañeros se marcharan en volandas.

«¡Rocky, Rocky!», gritaban al peruano, pura ambición, mientras robaba muletazos en las cercanías

Directora: Carol Rodríguez Colás. Intérprete­s: Elisabet Casanovas, Ángela Cervantes Carolina Yuste, Vicky Luengo.

Directora: Lara Izagirre. Intérprete­s: Ane Pikaza, Héctor Alterio, Naiara Carmona, Ramón Barea.

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