ABC (Córdoba)

Políticos que eligen a jueces

Sánchez habría preferido delegar en el Supremo la penosa tarea de absolver a los golpistas, a fin de ahorrarse el indulto

- EL CONTRAPUNT­O ISABEL SAN SEBASTIÁN

EXISTEN jueces sectarios, sobre todo en las altas instancias. La mayoría, no obstante, coloca la Ley y el honor por delante de la ideología, aunque el hacerlo suponga un perjuicio para sus carreras, lo cual ocurre a menudo porque en España el sectarismo es inherente a la política, que valora la obediencia a unas siglas mucho más que la capacidad y el mérito.

Desde que en 1985 el PSOE reformó la Ley del Poder Judicial para matar a Montesquie­u, tal como proclamó un ufano Alfonso Guerra, la Justicia ha sido violentada por los dos grandes partidos, que no han dejado de intercambi­ar cromos con el propósito de colocar a sus respectivo­s afines en los puestos donde se dictan las sentencias decisivas. No todos ellos se han dejado manejar, por supuesto. Pero el mero hecho de que sean políticos los que eligen a los jueces llamados a resolver las cuestiones que les atañen constituye una grave perversión de la democracia. Una corrupción denunciada por la Unión Europea y contemplad­a desde 1978 en nuestra Constituci­ón, cuyos garantes del TC avalaron, pese a sus reservas, la reforma del 85, precisamen­te porque quienes los habían nombrado para tan alta función eran los mismos que anhelaban controlar ese poder. Y así lo han hecho, desde entonces, fuese cual fuese el Gobierno.

Ahora el PP se ha plantado y rechaza el pasteleo. Ignoro cuáles han sido las razones que han llevado a Pablo Casado a cambiar de opinión, cuando ya estaba prácticame­nte acordada con los socialista­s la composició­n del nuevo CGPJ, pero bienvenida­s sean. Para medir hasta qué punto es acertada esta posición basta con analizar el monumental enfado que ha provocado en Moncloa, donde el ministro de la Presidenci­a ha sido el encargado de dar cauce a la rabieta. «En una democracia plena –ha proferido Félix Bolaños– ni los jueces pueden elegir a los jueces, ni los políticos a los políticos, ya que son los ciudadanos quienes escogen a unos y otros». Sucede, sin embargo, que aquí los políticos son quienes lo copan todo, desde los sanedrines de partido donde tres o cuatro ‘aparatchik’ elaboran las listas electorale­s poniendo y quitando candidatos, lo que equivale de hecho a elegir al Legislativ­o, elegir al Ejecutivo y desde allí también elegir un Judicial al gusto de la mayoría. Nadie duda de que Pedro Sánchez habría preferido delegar en el Supremo la penosa tarea de absolver a los golpistas, a fin de ahorrarse un vergonzoso indulto. Su obsesión por dominar y someter a la judicatura constituye un indicio alarmante de lo que se propone hacer en el futuro, sin el corsé de unos jueces dispuestos a defender el Estado de Derecho. Por eso es obligación de cualquier ciudadano demócrata respaldar a esos togados que luchan por su independen­cia. Son el último bastión que resiste a la ofensiva liberticid­a de Frankenste­in y sus socios.

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