ABC (Córdoba)

La danza de Zorba

El filme de Cacoyannis es una tragedia griega, como las de Eurípides, Sófocles o Esquilo

- TIEMPO RECOBRADO PEDRO GARCÍA CUARTANGO

PENSABA que estaba ya muerto. Pero no. Mikis Theodoraki­s falleció anteayer en Atenas de un paro cardiaco. Tenía 96 años y había sido ministro, diputado comunista y luchador contra la dictadura militar. Le podemos recordar por muchas cosas, pero, sobre todo, por ser el autor de la banda sonora de ‘Zorba, el griego’, estrenada en 1964.

Fue Theodoraki­s el que compuso el sirtaki con el que concluye la película cuando Anthony Quinn, que encarna a Zorba, le enseña a bailar al joven inglés que protagoniz­a Alan Bates, al que ha arruinado con un negocio desastroso. Ambos danzan en la playa tras haberlo perdido todo. «¿Alguna vez viste un desastre tan espléndido?», exclama el maestro.

El filme de Cacoyannis es una tragedia griega, como las de Eurípides, Sófocles o Esquilo. Como en las obras de estos clásicos, el ananke, el destino, destruye los planes de los personajes y conduce a un trágico final en la que la viuda, protagoniz­ada por Irene Papas, es asesinada por un adulterio que todos dan por hecho. Nada puede hacerse para contrariar la voluntad de los dioses.

Zorba lo sabe y acepta esa senda trazada por el destino que nadie puede eludir. El sirtaki es la expresión de una alegría de vivir que se reafirma en la desgracia. El errante griego sabe que no puede evitar el mal, pero sí que puede enfrentars­e a la adversidad sin dejarse llevar por el abatimient­o.

Zorba es el Ulises que, castigado por Poseidón, vaga por las islas del Egeo en busca de Penélope, es el Edipo que ve como la peste asola su ciudad por haber matado a su padre, es la Ifigenia que se sacrifica para salvar a Agamenón y es el Aquiles que lucha en las murallas de Troya donde hallará la muerte.

La danza de Zorba podría ser uno de los ritos eleusinos en honor a Perséfone, la diosa de la muerte, la doncella raptada que se convierte en reina del inframundo y que tenía el don de conceder la inmortalid­ad, algo que la película sugiere cuando los dos bailan en la playa, se burlan del destino y renacen a una nueva vida.

Theodoraki­s tuvo la inspiració­n de representa­r la sabiduría de la tragedia griega en ese sirtakis que Cacoyannis tradujo en imágenes y que evoca la frase de Esquilo: «lo que tenga que ser, será». No se trata de aceptar pasivament­e las desgracias ni los golpes que nos da la vida. Zorba trata de mejorar su condición y defiende a la viuda en un combate con la navaja en la mano. Es un hombre valiente y generoso, pero también es un pendencier­o y un irresponsa­ble que pierde a las cartas la fortuna de su amigo.

Zorba no tiene miedo, es leal con quien ama, no teme a un destino que no controla, se abandona al presente. Como Ulises, está dispuesto a pagar el precio por ser coherente con sus afanes. Quizás sea ésta la mejor cara del héroe homérico, en el cual nos sentimos reflejados como en un espejo.

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