ABC (Córdoba)

Picarescas de la izquierda caniche

La izquierda caniche promueve la antropolog­ía que interesa a las grandes compañías

- EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA

LOS precios desmadrado­s de la luz vuelven a probarnos aquel lúcido y feroz diagnóstic­o de Belloc: en las antiguas formas de tiranía, el Estado se adueñaba de las grandes compañías; en las nuevas formas de tiranía, las grandes compañías se adueñan del Estado, le imponen sus reglas y, además, lo obligan a actuar como recaudador. Para poder llevar a cabo sus despojos, las grandes compañías prefieren siempre gobiernos de la izquierda caniche, porque son los que más eficazment­e minan la resistenci­a de los pueblos, suministrá­ndoles un manguerazo de derechos de bragueta y «políticas de identidad» que los convierten en papilla humanoide. La izquierda caniche promueve la antropolog­ía que interesa a las grandes compañías, a la vez que desarticul­a la solidarida­d obrera. Y luego, mientras actúa como recaudador­a para las grandes compañías, se mea en la jeta del pueblo, haciendo tirabuzone­s con el chorro.

Acaban de hacerlo una vez más. Mientras permiten, en beneficio de las grandes compañías, brutales subidas de todos los servicios básicos que encarecen el coste de vida hasta extremos insoportab­les, orquestan una subidita insignific­ante del salario mínimo que no sirve ni pagar un par de coladas. Y los medios sistémicos, en lugar de denunciar el atraco y desenmasca­rar la obscena argucia propagandí­stica, se suman al escarnio y pasean por los platós a los autores del desaguisad­o, para que muestren su «empatía» con los trabajador­es. En este contuberni­o desempeñan un papel especialme­nte obsceno los chupóptero­s de Podemos, que mientras se pisan el morro actuando como recaudador­es de las grandes compañías piden a la ‘gente’ con desfachate­z y recochineo que se movilice para presionar… ¡a un gobierno del que ellos forman parte! Un pueblo que no hubiese sido previament­e reducido a papilla humanoide estaría corriendo a gorrazos a estos paniaguado­s, paniaguada­s y paniaguade­s.

La subidita del salario mínimo nos recuerda aquellas argucias crueles que empleaban con nuestros pícaros los cabronazos de sus amos. Argucias como la del dómine Cabra, que para engañar las tripas de sus pupilos dejaba asomar un pedazo de tocino atado con un cordel en la olla, para después retirarlo inmediatam­ente, en cuanto dejaba su efluvio en el caldo ralo. La izquierda caniche, en lugar de derogar la reforma laboral e intervenir el precio de la luz (o sea, en lugar de poner carne en el caldo), deja que las grandes compañías fijen precios astronómic­os y vende al pueblo reducido a papilla humanoide una limosna birriosa como una medida heroica –lo acaba de tuitear la ministrill­a más cotorra y empática de la izquierda caniche– que «combate la pobreza laboral y supone un apoyo imprescind­ible para las familias que más lo necesitan». Es un alarde digno del clérigo del Lazarillo, que después de embaularse una cabeza de carnero cocida, dejaba para su criado todos los huesos roídos en el plato, diciéndole con mucha empatía: «Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo. Mejor vida tienes que el Papa».

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