ABC (Córdoba)

La montaña rusa de Luis Enrique

▶El trastazo en Suecia hace que la selección pierda buena parte del crédito que se ganó con la Eurocopa

- ENRIQUE YUNTA

Aunque midió bien sus palabras, siempre pendiente de no generar titulares ofensivos que puedan dejar en mal lugar a sus jugadores, Luis Enrique estaba enfadadísi­mo después de la derrota del jueves contra Suecia, un tropezón tan sonoro como lo puede ser quedarse fuera del Mundial de Catar. Ahora mismo, y sin ser alarmista, España es carne de repesca, pero esa vía, en este caso, está repleta de trampas, con dos eliminator­ias a partido único y que encima podrían disputarse a domicilio en función de sus puntos y otras cábalas. Después de 66 partidos de fases de clasificac­ión para los Mundiales sin tachón (el último traspié fue contra Dinamarca en 1993), España perdió cuando menos tocaba y ahora ni siquiera le vale con hacer cálculos, pues depende principalm­ente de ganar los cuatro duelos que le restan y esperar a que Suecia pinche. No han pasado tres meses de la Eurocopa, ese torneo que despertó un sentimient­o olvidado en los últimos tiempos, y la gente, catastrofi­sta por naturaleza, vuelve a recelar de la selección, consecuenc­ia directa de esta montaña rusa que Luis Enrique gestiona marcando distancias.

España regresó de Solna con muy mala cara y ayer, qué remedio, se puso manos a la obra para trabajar con vistas al encuentro de mañana en Badajoz contra Georgia, rival del montón al que se le ganó por los pelos a domicilio, si bien no parece tener la entidad suficiente como para hurgar en una herida dolorosa. Pero la realidad de la selección es esa, un equipo tan poco fiable que tan pronto alcanza las semifinale­s de la Euro con un crecimient­o evidente como patina contra Suecia o contra cualquiera, ahí están los datos. De los 27 partidos de la era Luis Enrique, España solo ha ganado 14 (10 de los 24 últimos) y la gran mayoría ante combinados muy inferiores. De hecho, el más quisquillo­so puede recordar que en la Eurocopa solo se ganó uno de los seis duelos en 90 minutos (contra Eslovaquia) ya que el triunfo ante Croacia en octavos llegó en una prórroga de locos y a Suiza se la tumbó en cuartos de final porque se acertó más desde el punto de penalti.

Luis Enrique, durante el encuentro ante Suecia del jueves

A España se le mide desde el resultadis­mo, el fútbol tiene eso, y mal haría en buscar argumentos futbolísti­cos porque encontrará los justos. No todo fue un desastre e incluso hubo tramos del inicio bastante animados, pero el informe desvela que el equipo tiene problemas serios en las áreas, un mal que se prolonga demasiado en el tiempo y que no parece tener solución fácil. Del gol no hay mucho debate esta vez porque se marcó uno y apenas hubo ocasiones claras como para hacer memes de Álvaro Morata o cuestionar a Gerard Moreno –se retiró ayer de la concentrac­ión por molestias en el muslo derecho, otro contratiem­po importante–, y mucho más inquietant­e es la tibieza de una defensa que se derrite a la mínima. Es, de todos modos, más un fallo de sistema que de jugadores, si bien los centrales tienen más pinta de estar listos para ir a una fiesta que de frenar o intimidar a los enemigos. Luis Enrique, y en eso sí se repetía, estaba molestísim­o porque decía que no se ganó ni un duelo individual y nadie fue capaz de frenar las transicion­es, que en el fútbol de toda la vida no dejan de ser contraataq­ues, pero dicho con más finura. Evitar esas transicion­es, por cierto, es más una labor del centro del campo, más errático que de costumbre en Estocolmo porque Busquets y Koke tuvieron una noche deficiente en la posición y en las entregas. «Hemos perdido infinidad de duelos, no sólo en lo defensivo, sino también en el centro del campo», resumió el asturiano, quien admitía que le costaba ser optimista después de lo ocurrido.

El riesgo de la indiferenc­ia

Tiene ahora la misión de reanimar a un grupo aturdido, pero más complicado será convencer de nuevo al personal para que se suba al carro de España, a la que, por norma, se le hace caso únicamente en los grandes eventos veraniegos. Además, trastazos como el de Suecia agrandan esa grieta y no hay mayor peligro que caer en la indiferenc­ia, eso sí que sería un daño irreparabl­e. Por eso ayer, desde Las Rozas, nadie quería ni oír hablar de un posible Mundial de Catar (se celebra en noviembre y diciembre del año que viene) sin España (desde 1974 que no se falla).

El problema, o al menos uno de ellos, es que el remedio de España no está en que juegue este o aquel, suficiente­s pruebas lleva ya Luis Enrique (jamás ha repetido una alineación). El problema, que también lo tenía en la Eurocopa, es que la selección es esto, una atracción que sube y baja sin encontrar un término medio. Puede que lo más cercano a la realidad sea esa fría estadístic­a, la que dice que se han ganado 14 partidos, se han empatado nueve y se han perdido cuatro con este entrenador, y asimilar que ahora mismo en España no hay estrellas de primer nivel. Es un equipo con base, ambicioso y muy solidario, pero no es una potencia (tampoco hay demasiadas). De momento, toca ganar a Georgia y a Kosovo. Tal y como están las cosas, es como para estar alerta.

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// AFP

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