ABC (Córdoba)

Auge y declive del ‘landismo’

▶Mikel Landa, el ciclista que entusiasmó por su alma libre, gestiona la decadencia tras su triste retirada de la Vuelta

- JOSÉ CARLOS CARABIAS MONFORTE DE LEMOS

Cualquiera de los especialis­tas en ‘landismo’ que conoce a fondo a Mikel Landa habla maravillas de él. Una buena persona, carácter noble, espíritu abierto, talante comprensiv­o... Cualquiera de los habitantes del ciclismo, directores, corredores o empleados, que opinan sobre el último gran producto de la cantera vasca tuerce el gesto cuando se habla del ciclista como referencia o ídolo de masas. «‘Landismo’, un año mal y al otro lo mismo», se escucha en el pelotón. Un resumen que se plasma en la primera parte del documental ‘El día menos pensado’ en palabras de Pablo Lastras, director del Movistar. «Landa no lidera nada», sentenció. Mikel Landa ya no está en la Vuelta. Se retiró camino de los Lagos de Covadonga, en la etapa que dijo pretendía ganar.

El ‘landismo’ fue una adopción ciclista del ‘landismo’ cinematogr­áfico que encarnó Alfredo Landa. Mikel, el chico criado en Murguía, educado en el antiguo Euskaltel, se convirtió en fenómeno de un movimiento romántico, según el cual no importa el resultado sino la actitud, la belleza de sus ataques sujeto a la parte baja del manillar, secuencia en plano lento, como empujado por el aire de la montaña. Landa ofrecía una estética similar a la de Curro Romero en el toreo. Poca cantidad, mucha calidad.

Empujado por la atmósfera de su tierra vasca, predominan­te en el ciclismo tanto en carreras de categorías inferiores como en seguimient­o de los aficionado­s, Landa transformó sus aparicione­s en una especie de fervor

Mikel Landa, antes de una salida en la Vuelta religioso para sus seguidores. Estos recuerdan su Giro del 2015, su momento de rendimient­o supremo, dos etapas con el Astana, pero cinco minutos perdidos con Alberto Contador en la contrarrel­oj, tercero en el podio de Milán. Nada que hacer con ese déficit contrarrel­oj para ganar una gran vuelta por etapas.

Pedía el pueblo libertad para Landa, ‘freeLanda’ decían los eslóganes a su alrededor, sobre todo cuando en 2017 trabajó de gregario para Chris Froome (solo cuatro Tours en la mochila) y el movimiento landista requería que le dejasen retar al británico líder del Sky.

Seis años sin ganar

De 2015 es su última victoria en una grande (Andorra), seis años sin ganar en la Vuelta, el Giro o el Tour. Pese a ese vacío y a su propensión a la fatalidad, una especie de ‘Pupas’ al que siempre le sucedía algo en modo de caídas, retrasos, incidentes, su público nunca lo abandonó. Una cuenta en Twitter se denomina ‘página que te avisa si Landa se ha caído’. El ‘landismo’ llegó al Movistar.

Dos cursos en el equipo de Unzué como teórico líder compartido con Nairo Quintana y Alejandro Valverde. Escasez de resultados y bronca en el Tour. Una etapa en la Tirreno y otra en la Coppi y Bartali. Lío con Nairo en la Grande Boucle.

En Bahréin, pasajero de un nuevo equipo desde 2020 (el quinto en su trayectori­a), Mikel Landa y su ‘landismo’ no han mejorado la especie. Una victoria en la Vuelta a Burgos el pasado agosto y hasta luego. En esta Vuelta todos los focos apuntaban al alavés, el teórico mejor español para dar espectácul­o, ganar etapas, mover la Vuelta y por qué no, ganar al fin una grande.

Ha sido el fin de la abundancia. Landa se retiró en los Lagos, acaba contrato con el Bahréin y tiene pinta que retornará en algún momento allí donde todo empezó, el nuevo Euskaltel ahora en la segunda división.

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// EFE

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