ABC (Córdoba)

Un escenario único como en la época del genial pintor

- ANDRÉS AMORÓS

Francisco ha querido transmitir la importanci­a de esta corrida a sus tres hijos. A la izq., su hija mayor, Tana, emocionada tras brindarle el último toro de su carrera en Ronda en 2017. Arriba, con su hijo Francisco de 2 años y dcha., con su otra hija, Carmen de 6 años.

La tradiciona­l corrida goyesca de Ronda es uno de los mayores acontecimi­entos taurinos de la temporada y una importante cita social, que atrae a visitantes del mundo entero. El principal atractivo es la ciudad misma. La definió el poeta Rilke:

«He buscado por todas partes la ciudad soñada y, al fin, la he encontrado: en Ronda se resumen todas las cosas que yo he deseado». Es una de tantas joyas que tiene España, con el panorama único del Puente Nuevo (en realidad, del siglo XVIII, contemporá­neo de la Revolución francesa), desde la Casa de Don Bosco. En lo hondo de ese tajo colocó Edgar Neville un tablado, para que bailara Antonio, en la estupenda película ‘Duende y misterio del flamenco’. La Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería, de la época de Goya (1785), es una de las más hermosas que existen. Definió Fernando Villalón:

«Plaza de Toros de Ronda, / la de los toreros machos, / pide tu balconería / una Carmen, cada palco». Decía Cañabate,

en ABC, que los aficionado­s nos asomamos con enorme respeto a la armonía única de sus columnas y sus arcos de piedra. En los orígenes de la Tauromaqui­a, la escuela rondeña se caracteriz­a , según Corrochano,

por «el aplomo, la sobriedad y la eficacia, sin mezcla de adorno inútil para la lidia». Gran enamorado de la ciudad fue Hemingway, que quería escribir - decía «como se torea en Ronda: sobrio, simple, clásico y trágico». Otro apasionado, Orson

eligió que sus cenizas fueran depositada­s en el Recreo de San Cayetano, la finca de Antonio Ordóñez.

Rondeño fue Pedro Romero,

símbolo de clasicismo, amigo de Goya: un coloso que estoqueó más de cinco mil toros sin que ninguno lo hiriera. Rondeños, los Ordóñez, con las cumbres de El Niño de la Palma y Antonio Ordóñez. Continúan esa tradición los Rivera, Francisco y Cayetano.

En pocos sitios tiene más sentido una corrida goyesca que en Ronda. El escenario es único, incluidos los burladeros, pintados de color gris y una guirnalda , como en la época del genial pintor. La primera corrida goyesca de Ronda tuvo lugar en 1954, en el segundo centenario del nacimiento de ro: alternaron

César Girón y Cayetano Ordóñez (el Niño de la Palma hijo). Antonio Ordóñez la toreó desde 1957; la última vez, en 1980, en mano a mano con Paquirri, que la organizó hasta el año de su muerte, 1998. Desde entonces, continúa la tradición familiar Francisco Rivera. Este año, con reses de Jandilla, el cartel ha quedado, por lesión de Cayetano, en un mano a mano del peruano Andrés Roca Rey, el diestro de más tirón taquillero, y Pablo Aguado, la gran esperanza sevillana. Todos los años lamento que Televisión Española no transmita, en directo, este acontecimi­ento, que tendría una difusión universal. Acudir a esta corrida es una experienci­a única. Lo definió Bergamín: «De Sevilla era el aire; / de Ronda, el fuego / y los dos se juntaron / en el toreo».

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