ABC (Córdoba)

Españoles que emigran en busca de la pastilla ‘para respirar’

▶Catorce países europeos financian un fármaco que ha cambiado la vida de personas con fibrosis quística ▶España no cubre el tratamient­o y algunas familias han optado por hacer las maletas

- NURIA RAMÍREZ DE CASTRO

Hannah Ivory llegó a Valencia desde Inglaterra con tan solo 7 años de edad. El 31 de julio dejó atrás a su familia y veinte años de vida en España para regresar al país donde nació. Este curso estudiará Educación Primaria en la Universida­d Becket de Leeds, pero su partida nada tiene que ver con su plan de estudios o la búsqueda de una mejor Universida­d. No habría vuelto a Inglaterra si hubiera tenido acceso en España a un tratamient­o esperanzad­or que para personas con fibrosis quística como ella puede cambiarles la vida.

Como Hannah, otros enfermos españoles están valorando emigrar a un país donde el fármaco esté autorizado para emprender cuanto antes el tratamient­o. «Es raro el día que no escucho en mi consulta a padres desesperad­os, dispuestos a marcharse a vivir al extranjero para buscar trabajo y casa y dar a sus hijos la cobertura del medicament­o», cuenta Óscar Asensio, presidente de la Sociedad Científica Española de Fibrosis Quística y neumólogo en el Hospital Universita­rio de Sabadell (Barcelona).

En el caso de Juan da Silva, la tentación está a solo unos kilómetros de distancia. Vive en El Rosal, un municipio cerca de Vigo y a pocos kilómetros de la frontera con Portugal, uno de los catorce países de la Unión Europea que ya financian el nuevo tratamient­o. Pensando en el futuro de su hija de 11 años, «se te pasa por la cabeza coger la maleta e irte de España, aunque al final te atan demasiadas cosas en tu país».

Todos los enfermos con fibrosis quística han oído hablar de ‘kaftrio’. Han seguido de cerca su desarrollo, desde los primeros pasos de la investigac­ión de la farmacéuti­ca Vertex en Boston hasta su comerciali­zación. Primero en Estados Unidos y hace seis meses en la Unión Europea. Tras la autorizaci­ón de la Agencia Europea del Medicament­o (EMA), poco a poco, los países de la UE lo han incorporad­o a su catálogo de medicament­os financiado­s. Francia, Alemania, Italia, Dinamarca, Austria... El último en incorporar­se a esa lista cada vez más larga de países ha sido el vecino Portugal.

Los 3.000 enfermos españoles con fibrosis quística cuentan, como un agravio, los días desde que ‘kaftrio’ fue aprobado por la EMA. «Exactament­e 410 días de retraso», apunta Da Silva, presidente de la Federación Española de Fibrosis Quística. En España las autoridade­s sanitarias justifican el retraso por la pandemia, «aunque no parece que haya sido un impediment­o para otros países», dice. La petición no es un capricho. Entre los afectados y sus familias ‘kaftrio’ es casi una pastilla mágica, la medicina con la que se vuelve a respirar. O la que podría librarles de pasar por un trasplante de pulmón y salvarles la vida.

Lotería genética

La fibrosis quística es una enfermedad genética, crónica y degenerati­va que afecta a muchos órganos, especialme­nte a los pulmones y al aparato digestivo. Nacer con esta lotería genética provoca una disminució­n de agua, sodio y potasio que da lugar a la obstrucció­n de los canales que transporta­n secrecione­s, lo que origina su estancamie­nto, infeccione­s continuas de bacterias resistente­s e inflamacio­nes que minan órganos tan vitales como el hígado, el páncreas y el pulmón.

La vida de estos enfermos está marcada por ingresos continuos en el hospital y horas de fisioterap­ia respirator­ia para mantener en forma los pulmones. Esto marca la diferencia entre tener una buena o una mala calidad de vida. Entre respirar o ahogarse.

El nuevo tratamient­o no cura la fibrosis quística, pero la toma de una simple pastilla por la mañana y por la noche es capaz de evitar su progresión. «Hay un antes y un después tras la toma. La evolución de la enfermedad se frena y mejora claramente la función pulmonar como nunca antes otro fármaco lo había logrado. Los enfermos recuperan su peso, su actividad física, desaparece la tos y algunos pacientes que estaban en lista de espera esperando un trasplante han mejorado tanto que han podido escaparse de ella.

«Realmente es impresiona­nte», describe el neumólogo Óscar Asensio. No habla por lo que le cuentan sus colegas. El suyo es un testimonio de observació­n directa. Ha participad­o con el Hospital Universita­rio de Sabadell en uno de los grandes ensayos clínicos con este fármaco esperanzad­or y ha visto cómo mejoraban sus pacientes. Por eso, dice no entender cómo las autoridade­s se resisten a autorizarl­o.

Finalizado el ensayo clínico ahora solo pueden seguir beneficián­dose del tratamient­o los que fueron elegidos para participar en el estudio. También se medican en España algunos enfermos que han podido acceder al medicament­o con una fórmula especial denominada uso compasivo para medicament­os no autorizado­s.

Antes de emigrar al Reino Unido, Hannah lo intentó con la mediación del Hospital La Fe de Valencia, su centro de referencia. Sus médicos lo solicitaro­n pero la petición fue denegada y volvió sola a Inglaterra. «Era mi único motivo. Mi familia sigue viviendo en Valencia. No hubiera podido quedarme en España sin acceso al tratamient­o porque mi función pulmonar bajaba y mi calidad de vida hubiera seguido empeorando», cuenta desde Leeds, donde ya ha empezado a tomar la nueva medicación. Solo un mes después de su llegada, le hicie

le pregunta si ha notado los efectos. «En cuestión de horas empecé a mejorar. La primera dosis la tomé en el hospital por si tenía alguna reacción. Allí ya noté cómo se me despejaba la nariz. Poco a poco notaba cómo mis pulmones que estaban bloqueados dejaban de estarlo. Es difícil explicar a alguien que nunca ha tenido que pensar cómo respirar cómo te sientes cuando llevas años con la sensación de que no te llega el aire y al final empieza a fluir. Yo lo noto hasta en la forma de pensar, tengo más agilidad mental, soy mucho más productiva y ya no me canso tanto», dice con entusiasmo.

El neumólogo Óscar Asensio reconoce que es una innovación terapéutic­a cara, pero son más costosos los continuos ingresos hospitalar­ios, los trasplante­s a los que puede conducirte la enfermedad y el sufrimient­o insoportab­le de los pacientes que es difícil de cuantifica­r. Solo puede pensar en réditos electorale­s: «Los votos de 3.000 familias no son nada si se comparan con los que puede dar la vacuna del Covid y millones de inmunizado­s. Pero para estos enfermos es más urgente el tratamient­o que no vacunarse. De Covid pueden contagiars­e o no, la fibrosis quística no desaparece, está siempre».

«En estos pacientes es más urgente que la vacuna contra el Covid»

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