Las pantorrillas
Qué cosa tan rara y a menudo triste es una pantorrilla
on el fin del verano termina el discutible espectáculo de la pierna masculina. Algo que no tiene justificación. La pierna femenina, es bien sabido, tuvo un origen industrial. Fue el sector de las medias el que hizo que se desarrollara la exhibición de la extremidad. Pero ¿qué razones económicas, ya que no estéticas, avalan el surgimiento público de las piernas masculinas? Ninguna. Es la veleidad del hombre que de repente quiere ir fresquito y que le suba el airecillo por la ingle.
Se podrían hacer paralelismos quizás latosos entre el pasado ‘sinsombrerismo’ y la actual generalización del pantalón corto, pero nos resignamos, lo aceptamos. Es el efecto colateral lo que apetece comentar, porque quien camine mirando al suelo en ángulo de 45º (cual futbolista normalito) lo que encuentra son pantorrillas, constantes pantorrillas masculinas y qué cosa tan rara y a menudo triste es una pantorrilla.
Hay una extraña elocuencia en ella; a veces son achaparradas y musculosas, como las de un ciclista demarrador; en otros casos, escuálidas y blancuzcas, como un muslito de pollo anémico; hay ahora también pantorrillas tatuadas, donde los individuos emiten extraños mensajes de índole tribal, y hay, cómo no, el otro tatuaje circulatorio y natural de las varices.
Hemos visto pantorrillas de todo tipo, de toda edad, y todas ellas tienen ese punto irrisorio cuando la pantorrilla quiere convertirse en pie. Si Aquiles, que era un héroe, tenía el punto débil en su talón, ¡cómo no lo vamos a tener los demás!
Hay algo invenciblemente ridículo en nuestras piernas cuando la pantorrilla se adelgaza, y un atisbo de intimidad en esa masa carnal que la hace un poquito repulsiva.
Todo el esfuerzo homoerótico que esta sociedad está haciendo se arruina con la exhibición generalizada de la pantorrilla, una parte risible de nosotros. ¿Qué misterio pueden encontrarnos ya? Miren a los griegos, ellos descubrieron la anatomía humana y en sus estudios de la belleza le dedicaron muy poca atención a la pantorrilla.
Este verano, de otra cosa no, pero de pantorrillas de señor nos hemos hartado.
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