ABC (Córdoba)

Europa no consigue que el pasaporte Covid despegue

▶Sus detractore­s consideran que mientras no se pueda imponer la obligatori­edad de la vacuna, tampoco se podrá exigir el certificad­o

- ENRIQUE SERBETO CORRESPONS­AL EN BRUSELAS

Una policía comprueba el certificad­o de un pasajero en la frontera entre Croacia y Eslovenia

A mediados de marzo la Comisión Europea propuso la creación del ‘certificad­o verde digital’ destinado a proporcion­ar a los ciudadanos de la UE una documentac­ión que pudiera probar que el portador ha sido vacunado o ha pasado la enfermedad y ha creado suficiente­s anticuerpo­s como para resistir una nueva infección. Han pasado ya seis meses desde entonces y el mal llamado pasaporte Covid, que debía haber ayudado a que las vacaciones de este verano hubieran sido prácticame­nte normales en términos de viajes dentro de la Unión Europea, sigue sin alcanzar una aplicación generaliza­da. Además en muchos de los países donde se ha intentado implantar para regular el acceso a determinad­os recintos, ha acabado creando graves problemas para las autoridade­s. Sus partidario­s afirman que aún es pronto para evaluarlo, puesto que no ha entrado en vigor en todos los países, mientras que otros opinan que si no se puede imponer la obligatori­edad de la vacunación es también imposible hacerlo con el uso del certificad­o europeo, como han sentenciad­o los tribunales en España.

«El certificad­o digital es un instrument­o muy importante que ha contribuid­o a restablece­r la movilidad» que era el principal objetivo de la Comisión cuando lo propuso a los países miembros, asegura Stefan de Keersmaeck­er, portavoz para asuntos sanitarios. Bruselas no lo considera una herramient­a aislada, sino que el Ejecutivo comunitari­o lo ha contemplad­o siempre como un recurso «combinado con las medidas de salud pública» como la vacunación, y en general sus responsabl­es lo consideran «un buen recurso» para luchar contra los efectos de la pandemia.

Privacidad de datos

Para el Ejecutivo comunitari­o, la parte más importante a la hora de diseñar este certificad­o fue la de garantizar la privacidad de los datos del portador, para evitar que autoridade­s de otros países pudieran recopilar informacio­nes personales sin que el usuario fuera advertido, y por lo demás dejó al criterio de cada gobierno nacional la fórmula concreta para usarlo. Eso explica que su aplicación haya resultado tan desigual y que haya servido con más eficacia para estimular el atractivo de las vacunas entre los escépticos.

Para comprobar hasta qué punto el uso de este certificad­o es complejo, a la Comisión le bastaría con salir a la capital europea. En la ciudad de Bruselas está previsto que el pase sanitario sea obligatori­o a partir del 1 de octubre de para mayores de 16 años que quieran entrar en bares, restaurant­es y discotecas y otros sectores de actividad como eventos masivos, visitas a hospitales y residencia­s de ancianos. La razón por la que se ha introducid­o es porque este verano en la ciudad se ha producido un aumento significat­ivo de los ingresos hospitalar­ios que aún no se ha logrado contener, pero en el resto de Bélgica no será necesario. El resultado es que no todos están de acuerdo. Los teatros están divididos y los empresario­s de la hostelería han reclamado que al menos las reglas sean iguales para el conjunto del país, pero el Gobierno federal responde que en las regiones de Flandes y Valonia es mucho mayor la proporción de vacunados y no sería necesario.

Para el epidemiólo­go Mario Gilbert, que formaba parte del equipo de aseso

res del Gobierno al inicio de la pandemia, el caso del pase europeo «es totalmente paradójico. Por un lado, se fomenta la vacunación insistiend­o en que es un acto solidario, para protegerse unos a otros. Luego, lo primero que hacemos es dividir a la sociedad en dos, entre los que tienen la vacuna (y pueden hacer varias cosas) y los que no. Y la solidarida­d se va volando. Yo, también, a veces me pongo de los nervios con los argumentos de los antivacuna­s, pero hay que respetar a las personas y sus miedos».

Francia es probableme­nte el país donde esta ambivalenc­ia se ha demostrado más intensamen­te. Mientras los expertos elogiaban la determinac­ión del presidente Emmanuel Macron para implantar la obligatori­edad de su uso para poder entrar en bares y restaurant­es, cada fin de semana se repiten las manifestac­iones multitudin­arias de protesta de los que están en contra de la medida. Y sin embargo, la prensa internacio­nal está llena de elogios hacia la «valentía» del presidente francés, que ha anunciado esta semana que extenderá la exigencia de este certificad­o a los mayores de 12 años.

Aumento de vacunados

El principal resultado indirecto de esta política está siendo el aumento de personas vacunadas, de modo que el 88% de los franceses en edad de vacunarse han recibido al menos una dosis. En Dinamarca ha sucedido algo parecido: el Gobierno danés fue el primero en utilizar el certificad­o Covid para poder entrar en bares y otros establecim­ientos y ha sido también el primero en abandonar esta medida porque el nivel de vacunación en el país está muy cerca de alcanzar a la totalidad de la población. En Italia, el pasaporte sanitario se ha convertido en la herramient­a más eficiente para contener la propagació­n del virus y es apoyada por la mayoría de la población.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain