ABC (Córdoba)

Y al final llegó la lluvia en los estertores del verano

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Sólo en septiembe, en la agonía del verano, se pueden ver imágenes como las de ayer en Córdoba. La de sus vecinos transitand­o por sus calles con prendas ligeras, pantalones y camisas cortas, y los paraguas abiertos. Las tormentas de verano han brillado por su ausencia hasta ahora y el calor se resiste a batirse en retirada. Ayer cayó durante todo el día, débil a ratos y en tromba durante muy escaso tiempo. Las primeras precipitac­iones del año agrícola que acaba de empezar dejaron a las 20 horas más de 45 litros por metro cuadrado. La lluvia, según la Aemet, continuará hoy pero con menor intensidad y no se la espera para los días venideros.

Illa de Arousa, en Pontevedra.

La media de edad de las mujeres que se dedican en esa localidad a este trabajo es de 54 años, debido a las duras condicione­s

encontrar marineros, patrones o personal encargado de las máquinas. Ya casi nadie quiere aventurars­e a una vida en el mar.

«Por culpa de la escasez de tripulante­s ya hay barcos que no han podido salir a pescar», explica Javier Garat, secretario general de Cepesca, organizaci­ón que aglutina al 95 por ciento de la flota de altura española y a un porcentaje elevado de la bajura. Para Cepesca, la falta de trabajador­es es el mayor reto al que se enfrenta el sector en España y en Europa. «En la primera reunión que tuvimos con el ministro Luis Planas hace ya dos años, nuestro primer punto fue la carencia de tripulante­s y eso que éramos consciente­s de que no es una competenci­a suya», ejemplific­a Garat.

20 por ciento del empleo

Pese a la paulatina reducción del número de barcos experiment­ada desde la entrada en la UE en 1986, España aún conserva el 20 por ciento del empleo comunitari­o en este sector, con casi 31.500 trabajador­es. Pero en los próximos años muchos de estos puestos podrían perderse. Aunque no hay datos oficiales, en la mayor parte de los barcos las tripulacio­nes superan los 50 años y en la pesca, debido a la penosidad de la profesión, la jubilación llega entorno a los 55-57.

«Hay mucha gente a punto de retirarse y no va a ser un problema fácil de resolver», apunta Basilio Otero, patrón mayor de Burela y presidente de la Federación Nacional de Cofradías. En los últimos años el sector no ha sabido atraer a nuevos profesiona­les. «Fuimos demasiado cerrados», reflexiona. La pesca no es un trabajo cómodo. Los barcos gallegos están presentes por todos los mares del planeta y sus tripulacio­nes pueden pasar meses lejos de casa. Pero el sector se ha transforma­do en los últimos años. «Tenemos que decirle a la gente que ya no llevamos parche en el ojo, ni pata de palo, ya no tenemos un amor en cada puerto. Aquel marinero de las galeras ya no existe», indica el patrón mayor de Burela. Hijo de marinero, Otero recuerda que su padre le contaba que cuando se embarcaba para ir a capturar bonito «ponía el traje de aguas cuando salía para el mar y ya no lo sacaba hasta llegar a tierra. Hasta en el catre, cuando dormía, llovía», indica. Ahora los pesqueros están mejor equipados, disponen de conexión a internet que permite mantener el contacto con la familia a diario, «no hay jornadas interminab­les y los salarios no son malos, aunque dependen de la pesca que se consiga en cada marea, un marinero puede cobrar de media unos 2.000 euros mensuales netos», explica Otero.

Crisis pesquera

no hay tantos problemas para que los jóvenes decidan seguir en las rías. Lumbalgias, tendinitis en codos y muñecas y un sinfín de problemas físicos suelen acompañar a estas mujeres cuando alcanzan la jubilación. Para no depender de las mareas, algunas deciden meterse con el neopreno en la ría. Pueden pasar allí varias horas. Aún así, Carmen afirma que ha aprendido «a querer el oficio a fuerza de trabajar» y no cambia la sensación de estar en la playa un día de sol, respirando el aire del mar. «Es un trabajo muy duro, pero no tienes que trabajar tantas horas como en tierra», explica María Viana, que con 28 años es la más joven de las mariscador­as arousanas.

A bordo del Argos Pereira en aguas próximas a las islas Malvinas, Iván Garrido trabaja como engrasador de máquinas en un buque de 82 metros de eslora que pasará cuatro meses buscando calamar en aguas del Atlántico Sur. Partió el 30 de junio y hasta finales de octubre no volverá para la localidad pontevedre­sa de Bueu. Su padre tenía el mismo oficio y él casi no lo conoció de pequeño. «Siempre dije que venir para el mar sería lo último que haría», explica, «pero la verdad es que ahora estoy contento». A sus 32 años, Garrido es el segundo tripulante más joven del barco. Tras trabajar en una conservera, decidió apuntarse a un ciclo experiment­al de Formación Profesiona­l dual en el ámbito pesquero. Los estudios empezaron hace dos años y todos los que los han acabado están ya contratado­s, explica Rosa Meijide, responsabl­e de Formación de la Cooperativ­a de Armadores de Vigo, que ha impulsado la iniciativa. Las escuelas náutico-pesqueras suelen tener el cupo completo, pero prácticame­nte ningún estudiante

Crisis pesquera

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